Oportuno por estos días recordar
aquel episodio que protagonizó, por allá por 1938, Orson Welles, y su
dramatización de “La Guerra de Dos Mundos”; desde una emisora de radio con boletines
intermitentes, afirmando que los marcianos nos habían invadido. Si bien al
inicio de la dramatización él advirtió que todo se trataba de una ficción, la
misma fue tan real, que llenó las calles de New Jersey. En cada boletín que emitía,
expresaba una alarma. Por ejemplo llegó a afirmar que se habían observado
varias explosiones de gas incandescente en el planeta Marte.
No tardó mucho para que la multitud
saliera a las calles. La gente llena de pánico se escondía en sótanos y puentes,
y muchos acudieron a las comisarias con toallas húmedas para repeler los gases
venenosos con los que atacaban los marcianos.
Orson Welles y su grupo de actores
desconocían el pánico que habían causado en los radioescuchas (oportuno decir
que para la época; 1938, la radio era un medio masivo. Se estimaba que de cada
cinco familias, cuatro tenían una radio en su casa). Y finalizaron su
dramatización afirmando; “Damas y caballeros, les aseguro que “La Guerra de Dos
Mundos”, no tenía otra intención que entretenerles en la víspera del día de
Halloween”
Hoy, desde las Redes Sociales, se
crean verdades virtuales. Dado su alcance masivo, hay quienes manipulan el sano
juicio de la gente para favorecer sus conveniencias políticas o económicas. Se
magnifican eventos, se silencian otros. Y hasta se llegan a dramatizar muchos,
para hacerlos creíbles y convertirlos en verdades.
Han convertido la noticia en un
espectáculo. En un trabajo reciente, titulado; “La Violencia del Mundo”, Jean
Baudrillard y Edgar Morin, hacen un análisis sobre el derrumbe de Las Torres
Gemelas (World Trade center), derribadas el 11 de septiembre de 2001, y de como
un hecho noticioso; trágico y real, se convirtió en un espectáculo, cual cinta cinematográfica
de Hollywood, donde la tragedia y la muerte no causaban ninguna conmoción.
Y así asistimos al asesinato público
de Muamar el Gadafi, ocurrida el 20 de octubre de 2011. Ya la massmedia mundial
había preparado el terreno de su asesinato y el odio ya estaba esparcido. Hoy
Libia es un polvorín que arde por los cuatro costados pero la mediática lo
silencia. Sus objetivos ya fueron alcanzados.
En Venezuela la manipulación mediática,
que llega a extremos de ser una guerra psicológica, afecta sin dudas a la
población y el sano juicio de la gente. Hemos llegado a extremos de compatriotas
que desprecian a su propia patria y sus símbolos y su historia. Como que la
bandera fuera un simple pedazo de trapo o que no las hubiéramos ganado en una
caja de detergente. O que la historia heroica de Venezuela fuera una tira cómica.
Como la alienación, la manipulación mediática
lleva a extremos de influir en la perspectiva de la gente. Le roba la capacidad
de análisis y la inteligencia de las
personas. Incluidas personas que percibimos como personas cultas.
La manipulación mediática penetra la
mente y el alma de las personas y los convierte en individuos tristes,
desesperanzados y llenos de escepticismo ante las adversidades y ante la vida
misma.
Un ser resignado es ya un ser
derrotado. Es como estar muerto en vida. Pues, no nada más de pan vive el
hombre. El hombre también necita vivir de esperanzas, de sueños, de utopías.
La mediática mundial ha estado
empeñada en Venezuela. Y el objetivo es romper la identidad nacional.
Fragmentar el sentido de país y de patria. Dividirnos y manipularnos, para
luego ganar nuestra docilidad y poder instaurar, sin ningún tipo de
impedimento, la explotación y dominación de Venezuela.
Triste de aquel que tenga su Facebook,
su instragran o twiiter “lleno” de amigos y luego terminan solos en un café compartiendo
con la nada. O aquel que crea que Las Redes Sociales son las calles del mundo.
Allá abajo, allá están las catacumbas ardiendo en vida propia.