Si bien es una práctica atroz; que
indigna, que humilla, que entristece, con dolor hay que decir que La
Destrucción de Los Libros es una acción que parece signada a la historia
humana. Es como una nube gris que se encarga de ensombrecer cada intento de luz
en el camino del hombre en la búsqueda incesante de este, por descifrar ese
espejismo constante de la verdad.
Si bien indigna al ver como, por intereses
intrascendentes, mediatos e injustificables, La Destrucción de Los Libros se ha
convertido en una práctica perversa; que además le mutila a las generaciones
futuras la posibilidad de poder contar con instrumentos concretos para poder
estudiar, revisar, comprender una realidad especifica, sorprende saber que aun
hoy a pocos años de iniciarse el siglo XXI, esta sea una práctica que se
mantiene en el comportamiento humano. Es oportuno recomendar la lectura del libro
de Fernando Báez, "Historia universal de la destrucción de los
libros" (Editorial Melvin, Caracas, 2004). Allí, en un trabajo impecable
del autor, queda plasmada la historia terrible, vergonzosa, de la destrucción
de los libros. En Oriente, en Egipto, en Grecia, en Israel, en China, en Roma.
Desde la era de Bizancio hasta el siglo XIX y siglo XX. Un libro que contiene
una historia cruda, terrible; pero real.
Recientemente Gustavo Petro (destituido
Alcalde de Bogotá, Colombia), publicó en La Revista SEMANA, un interesante
artículo titulado: "Quema de Libros", en la que recuerda la quema de
libros llevada a cabo en La Alemania Nazi (10 de mayo de 1933), donde
profesores y estudiantes quemaron en las plazas públicas, los libros que
consideraban indeseables y perjudiciales para el espíritu germánico.
También refiere Gustavo Petro los
episodios ocurridos en Berlín, en la antigua plaza Opernplatz, a poco tiempo de
la llegada de Hitler al poder, la quema de más de 200 mil libros de autores judíos
como Karl Marx, Thomas Mann, Stefan Zweig, Sigmund Freud, entre otros. Y cierra
su artículo recordado aquel episodio ocurrido en Bucaramanga, hace 35 años,
donde la llamada Sociedad de San Pío XX convocó para quemar "revistas
pornográficas y publicaciones corruptas". Y exaltados por un
"Acto de Fe" fueron hasta la biblioteca pública "Gabriel
Turbay", en donde conminaron al encargado para que entregara los libros
que "podían perturbar las mentes juveniles".
En nuestro país los grupos violentos,
inspirados sin dudas en las corrientes neonazi y neofascistas que hoy recorren
peligrosamente el mundo, quemaron dos universidades, dos núcleos de la UNEFA.
Allí se quemaron archivos y registros estudiantiles, y en uno de los núcleos se
quemó una biblioteca entera.
Nada de estos hechos violentos contra la
UNEFA son casuales o aislados. Como no es casual el proyecto de país que en
Venezuela se desarrolla. Una nueva concepción de integración y de apertura del
conocimiento a las grandes mayorías. Contra eso precisamente es el ataque a las
universidades. Contra la popularización de la ciencia y el conocimiento. Contra
el derecho que tienen las personas de saber, de creer, de soñar. Hay una
ruptura evidente de lo elitesco. Por eso los ataques. Pues, la burguesía
venezolana no admite que los hijos de las clases sociales pobres vayan a las
universidades o que convirtamos en cotidiano la lectura permanente de libros.
Una prueba de ello es la reciente suspensión de la feria del libro que
tradicionalmente se hace en Chacao, o el correo que escribió, y luego borró
apresuradamente, el Arzobispo de Caracas, donde admite su
concepción elitesca y clasista de la educación (ver: portal Aporrea, en la
sección "Izquierda Unida Venezuela").
En lo mas profundo del ser, quemar un libro, es quemar la conciencia, la quema de las universidades, la "UNEFA" es el manifiesto al rechazo de la transformación profunda y evidente de la sociedad actual, la gente se vincula directamente con los procesos creadores del pueblo, estudiantes en las comunidades, el trabajo arduo e incesante de gente que entiende la oportunidad que se le brinda, la conciencia de quien no retrocede, la historia nos muestra acciones que generan reacciones entre la élite y el pueblo que ama a su pueblo. Podrán quemar un libro, pero no podrán quemar la conciencia.
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