Seguramente que
toda persona ejerce, en algún momento de su vida, un punto de reflexión
personal que involucra el juicio interno; esa especie de péndulo que nos
permite el equilibrio y el sano juicio de ubicarnos en la lucha permanente
entre el bien y el mal. Lo correcto y lo incorrecto. Lo justo y lo injusto. En
ese afán; que seguramente persigue a todas las personas, de querer ser mejores
seres humanos, o al menos, de evitar que sean las miserias las que nos
arrastren y lideren nuestra personalidad.
Para quienes
militamos desde siempre en el camino revolucionario; en ese empeño por un mejor
mundo; de igualdad, respeto, de mayor humanidad. Un mundo donde el centro de
todo sean los seres humanos. Donde no hallan hombres que exploten a otros
hombres; donde todos nos veamos como hermanos. Un mundo donde sea valida la
utopía de que si es posible otro mundo.
Y es que la
militancia revolucionaria, asumida como patrón de vida va más allá de una
militancia partidista, es una militancia más bien por la vida, donde el amor
impregna todo, de tal forma que nos permite trascender, viajar por el
altruismo.
No obstante, a
veces hay que llenarse de mayor altura para no ceder a las miserias. Y me
refiero cuando tenemos que toparnos con los llamados sectores
pequeños-burgueses de la sociedad; gente dizque más inteligentes que el resto
de las personas. Una especie de seres superiores que se creen con mejores
modales, con más derechos, con menos deberes.
Son esas mismas
personas que no dejan de vacacionar y de beber whisky 18 años, pero que todo en
este país les hiede, y nada sirve, y nada funciona.
Toparnos con gente
así, cuando se lleva a la patria hasta en las viseras (parafraseando a Chávez
en su parafraseo del poeta Mijares), de verdad que aflora una especie de odio o
rabia, que no sabemos si en verdad es ese odio de clases que magistralmente
describe el marxismo o es la rabia por tanta estupidez que deambula por allí en
forma de seres humanos.
El Modo de
Producción Capitalista acelera sus contradicciones; la crisis es mundial. Más
gente muere de hambre en el mundo, se agotan los recursos energéticos, el
planeta no aguanta más locuras. La tierra parece que acelera su viaje espacial
y el hombre no termina de entender que no somos dueños de nada; somos un simple
ser vivo que como cualquier grillo, rana o luciérnaga, compite por un pedazo de
aire, de oxigeno, de agua…