Sobre el proceso
político venezolano se pueden decir muchas cosas. Realzar fallas y debilidades; errores, equivocaciones,
carencias. Muchísimas cosas más, ah, pero también hay que admitir que este país
padece una cruenta guerra económica, alentada por múltiples actores con un claro interés en derrotar, más que al
gobierno de Nicolás Maduro, al proceso revolucionario, nacionalista y
contestatario que él lidera.
Y es que no es poca
cosa lo que representa Venezuela. Basta ver en la perspectiva histórica mundial
para comprender semejante “destino”. Es como que a la patria de Bolívar le
corresponde el mismo designio de Atlas; no por el castigo al que fue sometido
este por el Dios Zeus de sostener los cielos con sus grandes manos y fuertes
brazos, sino por la trascendencia que semejante revolución representa para el
destino de America, y cuidado si del mundo.
Autores como Daniel
Estulin señalan que Venezuela es; “punta de lanza de la defensa de la libertad
de América Latina…y gracias a ese esfuerzo, toda la región está políticamente
activa, consciente e interactiva. Este despertar político es una de las causas
más dramáticas y significativas por las que el imperio no ha sido capaz de
capturar y moldear el continente a su gusto. Se trata de la dignidad. Y Chávez
demostró que la dignidad humana es el desafío central inherente al despertar
político global”.
La Revolución
Bolivariana; como un grito que emana de las catacumbas, es la voz de esperanza
de muchos pueblos, de muchos individuos y de muchos seres humanos. Ante la voz
imperial, es una reivindicación y un resurgir del socialismo. Es en pequeña
escala, lo que el mismo Chávez calificaba de; “El Socialismo de Lo Pequeño”. Es
decir, el aterrizaje de las ideas a la realidad. Pero no a cualquier realidad.
Se refería El Comandante a la realidad individual de cada persona. El acceso a
la salud, a la escuela, a la comida, a la diversión y el esparcimiento. Al
derecho de soñar, pero también al derecho de concretar los sueños. Por eso es
que es bien acertada aquella expresión (que he hecho mía), de Diosdado Cabello
cuando alguna vez decía que; “Sino nos dejan soñar, no los dejaremos dormir”.
La actual guerra
económica que se cierne contra Venezuela, más allá de que escaseen los alimentos
o las medicinas, busca atacar es a la moral del pueblo. Hay una guerra
psicológica, previamente diseñada y estructurada en laboratorios de guerra, por
especialistas en conducta y comportamiento humano, dirigida a atacar el legado
más grandioso que nos ha dejado Hugo Chávez; la dignidad y la convicción de que
somos un pueblo de estirpe guerrera y libertaria.
La Guerra Económica
es contra la moral del pueblo. Como en el pasado cuando degollaban a un
guerrero y exhibían su cabeza para que el espectáculo bajara la moral del
enemigo, así pretenden hacer con las colas. Atacan la conciencia del pueblo y
la burguesía y los enemigos de la patria buscan socavar la dignidad de los
venezolanos.
La Revolución
Bolivariana se enfrenta a un enemigo de mil cabezas. Muchas veces sin nombre y
sin rostro. El enemigo cobra vida en lo cibernético, en lo mediático, en lo
sublime, en lo abstracto. Quiere llegar a los sentimientos, a la mente, al
espíritu, a la voluntad.
El enemigo
subestima al pueblo; subestima su inteligencia, su bravura, su osadía.
El enemigo también
quiere destruir; descalificar y hacerles expedientes a los líderes
fundamentales de La Revolución (caso Diosdado Cabello, El Pollo Carvajal, Tarek
El Aissami, José David Cabello, etc.). Y eso también forma parte de la guerra
económica.
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