jueves, 7 de noviembre de 2019

EL DISCURSO DE LA DESESPERANZA O LA ESPERANZA DEL ESCEPTICISMO



      Poco a poco se ha ido generalizando la idea; y a si es difundida en programas de radio y televisión, en artículos de opinión y en medios de comunicación en general, amén de influenceres y gurúes de las redes sociales, de creer que lo venezolano no sirve, de que el país no sirve y que cualquier espacio es mejor que el nuestro. Basta que una persona salga por nuestras fronteras, para que compruebe todo lo contrario y para que sienta en carne propia, que en gran parte, ha sido objeto de un engaño.
   Nunca como ahora el mundo padece de un fenómeno migratorio y de movilidad humana impresionante. Y a ello se suma un renacer del odio, de la xenofobia, del desprecio por el otro.
    La intolerancia reina por doquier. El hombre como enemigo del hombre. La especie humana negándose y el planeta tierra reducido a la intolerancia y a un lugar inhóspito para que florezca la solidaridad, el amor, el respeto y la convivencia.
     La hospitalidad parece una virtud desaparecida. El hombre se ve reducido a la soledad.
  Muchas de estas personas, a las que nos referimos al inicio de esta entrega, en su mayoría personas públicas que constantemente hacen uso de las redes sociales y medios de comunicación, no sabemos si adrede o inconscientemente, exponen mensajes desalentadores, escépticos y de pesimismo hacia el país y hacia lo que representa el gentilicio y la venezolanidad. Promueven la baja autoestima y el desánimo y el desprecio hacia nosotros mismos.
    Se ha convertido en lugar común, no obstante de que la vida nacional sigue su rumbo normal, que por encima de la diversión y el esparcimiento, brote siempre una expresión de desánimo y de crítica. Siempre menospreciando lo nuestro.
    La xenofobia se expande por el mundo. El odio por el otro crece como una enfermedad contagiosa. La raza “superior” impone su tesis y La Espada de Damocles pende sobre todo aquel que pinte de rosado, o negro, o comunista, o de inmigrante. El mundo no parece ya el hogar de los humanos.
  Mientras, el país sigue su marcha digna y deparándonos las riquezas indispensables para la vida; la familia, los amigos, el techo, la cama cálida, el trabajo, la universidad, la comida, el aire que respiramos, la puesta del sol y toda esa energía que nos van dejando nuestros antepasados, mientras, aquí tenemos nuestros tesoros, hay quienes adoptan, como forma de vida, un discurso y un mensaje de promoción del fenómeno migratorio. Como que no bastaran la cantidad de vidas que se ha tragado El Mar Mediterráneo, o los muchos seres que se han quedado sembrados en la frontera mexicana con EEUU, o los miles y miles de latinos que ingresan a EEUU en busca del Sueño Americano. O los grandes desplazamientos de los pueblos africanos y  árabes. Y en lo inmediato, la cantidad de testimonios de nuestros propios compatriotas de las penurias y rechazos que han padecido en países hermanos, donde la hospitalidad es una virtud en desuso.
   Venezuela es el mejor país del mundo. Y aquí es donde echan raíces nuestros sueños y desde donde nos hacemos humanos.     
  

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