lunes, 11 de enero de 2021

EL ABORTO, CUANDO VIVIR NO DEPENDE DE TI

 

 

   Por estos días ha estado muy en boga el tema del Aborto. Un tema polémico sin dudas, que al igual que la Eutanasia, generan siempre reacción encontradas. La aprobación o legalización del Aborto en Argentina, es la mecha que hace estallar la polémica.

   Hay una canción de Mercedes Sosa, que grita en una de sus estrofas, que; “Solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente/ que la reseca muerte no me encuentre/ vacía y sola sin haber hecho lo suficiente/ Solo le pide a Dios/ que lo injusto no me sea indiferente/ Que no me abofeteen la otra mejilla”. Es un clamor por la vida y por la cualidad más hermosa de los seres humanos; la solidaridad y el amor por el otro.

   Y es que la vida, en ese viaje hermoso de iniciación, es como un rayo de luz que poco a poco empieza a alumbrar el porvenir. La vida; su alumbramiento, es una acción mágica y frágil. Es como el capullo, que a paso de lentitud, casi no visible, se empieza a abrir. Y es que la vida tiene sus matices. Desde una flor que se abre, hasta un insecto que busca la protección de su madre, hasta la vida humana. Todo es un accidente, una explosión, una especie de suerte que nos da el derecho de vivir.

   Desde el humanismo-ecuménico tratamos de despojarnos de todo dogma, religioso o político, que atrape las consideraciones en simples argumentaciones ubicadas en la divinidad o en la militancia partidista. La vida va más allá. Aunque a estas alturas no podemos echar a un lado lo ancestral, y con ello, el mito, la magia, lo divino.

   La vida es un milagro; como lo es el insecto, como lo son las aves y los peces. El capullo que se abre es un milagro; como lo son también los misterios cósmicos que nos anuncian los pasos del mundo.

   Como decía el gran Arnau de Tera, hurgando en el mundo espiritual, “Los pájaros celebran la vida cantando  y volando a diario”. Nosotros nos negamos a celebrar la muerte como una conquista, como un derecho adquirido. Ella es parte del ciclo vital. Morir para cumplirle a la naturaleza. Aunque en algunos seres; como a los seres que amamos por ejemplo, la muerte es una eterna vitalidad.

   Cuando hemos tenido que ser testigos de la vida, y nuestra vida se ha multiplicado en nuestros hijos, y desde un principio hemos visto abrirse ese capullo, que luego es esperanza y martirio. Fe y temor. Dolor o alegría y mañana y más mañana. Infinitos mañanas. Solo nos queda contemplar el misterio sagrado de la vida y agradecer por los dolores, por el llanto, por la alegría, por la lluvia, por la noche y el día. Por los campos frutales y los jardines de flores, por los ríos y los mares y por los grandes  desiertos de áreas.

   Y alzar el rostro para que lo moje la noche y contemplar el cosmos y su gigantes y poder sentir lo ínfimos que somos. Porque si alguna lección importante nos ha dado la vida, es que nuestra existencia, desde el punto de vista biológico y místico, y como parte de un ecosistema-mundo, tienen el mismo valor que una abeja, que un insecto, que un ave o un reptil. Valemos igual para la naturaleza. Tenemos el mismo peso desolador y corremos el mismo riesgo de extinción.

   La vida es un suspiro, un rayo de luz, un viaje fugaz de un accidente que nos puso en este instante, en este lugar y en este momento. Por ello, revolucionariamente apostamos por la vida.

   Y es que cada vida, cada ser que respira, es una posibilidad.   

           

No hay comentarios:

Publicar un comentario

UN GIRO A LA DERECHA

        Hay compañeros que viven en una permanente crítica al gobierno bolivariano. Son implacables, severos y constantes en sus críticas. T...