Cuando uno revisa la
historia de la lucha armada en Venezuela, lo primero que debemos resaltar es la
heroicidad, audacia y valentía de quienes asumieron el camino de la guerrilla y
de la lucha armada. Que mejor discurso que ese. La militancia llevada a ese
nivel, por si misma le da convicción, veracidad y respeto a la misma. El Che lo
expresaba magistralmente; “Muchos me dirán aventurero, y lo soy. Solo que de un
tipo diferente, de los que arriesgan el pellejo para demostrar sus verdades”.
Así eran nuestros
guerrilleros. Valientes, aventureros, altruistas, dispuestos a tomar “el cielo
por asalto”.
Pero además, también
eran una especie de referencia de rebeldía. Tanto así que se tornó una moda
asumir posturas revolucionarias; de izquierdismo, de comunismo, sin estar
sustentadas en bases ideológicas y de compromiso real con la transformación del
país. Por eso, también la historia de la lucha armada en Venezuela, es rica en
traiciones, en tránsfugas, en delaciones y en falsos revolucionarios.
Así pues, que no hay cuestionamientos, con las excepciones
señaladas, con las banderas de valentía y de heroicidad de los guerrilleros que
escribieron la historia de la lucha armada en Venezuela. No obstante, debemos
admitir que si hubo una carencia notable de una estrategia que planteara la
toma real del poder. Por eso, el efecto
moralizante de La Revolución Cubana y el despliegue estratégico desplegado por
Fidel Castro y el movimiento 26 de Julio (M-26-7), que permitieron luego el
triunfo definitivo de los Barbudos. Luego surgio mucha teorización, mucha
literatura sobre el tema. El mismo Che Guevara hizo aportes importantes con su
libro “La Guerra de Guerrillas”, publicado en 1960, “Pasajes de La Guerra
Revolucionaria”, publicado en 1963, y por supuesto, el Diario que escribió sobre
sus días en Bolivia. Así como también el libro que escribió Fidel Castro, “La
Victoria Estratégica”.
Pudiéramos decir que
el asunto serio de la toma del poder en Venezuela, con algunas excepciones, se
plantea con el surgimiento del liderazgo del Comandante Hugo Chavez. Nunca como
antes liderazgo alguno se había planteado una estrategia que apuntara a esa dirección.
Solo basto que Hugo
Chavez asumiera la presidencia y que al poco tiempo declarara el carácter socialista
de la revolución, para que las voces agoreras salieran a despotricar. Unos
filosofando, otros más marxistas que Marx, unos más comunistas y más puros
que otros. En fin, gente que aparentemente militaban en el movimiento
revolucionario; desde el canto, desde la poesía, desde la cultura, desde la
escritura, etc. En su mayoría, dejando caer el velo y mostrando su verdadero
rostro.
Muchos se espantaron
cuando vieron que la cosa era en serio. Y lo que ayer era una irreverencia se convirtió
en cotidiano. Decirse comunista era un pecado, El Che estaba prohibido, y a Ali
Primera había que escucharlo a voz bajita. Hacer una pinta o grafiti en una
pared, era arriesgarse a comprar un pasaje a un calabozo. De repente, todo lo
prohibido para los revolucionarios se ha hecho cotidiano. Una atmosfera de poesía,
de cantos, de libros por todas partes, de jóvenes comunistas vociferando su
irreverencia, El Che casi sonriendo en franelas desgastadas, Ali más vivo que
nunca; y más vigente.
Como una centrifuga,
los tránsfugas salen disparados argumentando mil cosas: imperfecciones,
desviaciones, reformismos, errores, traición a los postulados marxistas, traición
al legado de Chavez, pacto con la burguesía, etc. Mientras, La Revolución Bolivariana
es la esperanza tangible, el fuego de la esperanza que empieza a correr por el
mundo. Es el otro lado de la moneda de que si es posible; es necesario, es
vital, ensayar un nuevo modelo de relaciones humanas. De mayor respeto al ser
humano, bajo una concepción ecológica integradora y donde el hombre sea el epicentro
de la vida.
Seguramente quienes
ya no puedan fingir más y se ubican en la acera de enfrente, mañana lloraran,
de llegarse a perder esta posibilidad, debajo de un árbol desolado, la tremenda
posibilidad que hemos tenido de escribir la nueva historia.
“La historia lleva
su carro y a muchos nos montara, y por encima pasara de aquel que quiera
negarlo”.