Casi podemos decir que
crecimos en ella. Recorriendo sus patios; disfrutando de la mata de mamones más
frondosa y deliciosa del pueblo. Viendo crecer, al menos yo, la primera mata de uvas; que como un sol,
arropaba todo el porche de la casa. Era algo novedoso en un clima como el
de El Furrial donde más común era ver
matas de mangos, de nísperos, guayabas, algarrobos y pomalacas, que esos gajos
verdes colgándose, que solo veíamos en periódicos y revistas y que creíamos que
era un fruto europeo no apto para estos climas.
La Casa de Los Sueños, como he querido
titular estas reflexiones, fue donde aprendimos a leer la prensa diariamente.
Desde lo deportivo, hasta el acontecer nacional o internacional. De allí no
podíamos salir sin antes estar bien informados. En esa casa nos hicimos asiduos
lectores de la revista The Ring en Español (revista especializada en boxeo). Y
aprendimos del humor de Otrova Gómas (“El Hombre Más Malo del Mundo”)
Desde el béisbol que proyectaba nuestros sueños
de jóvenes, hasta las sanas partidas de pool que debatíamos entre refrescos y
pepitos, o nuestros recorridos en bicicleta por el pueblo.
Pero en La Casa de Los Sueños también
imperaba la rigidez y el orden. Si saberlo quizás, también aprendíamos un poco de
esas cosas que se aprenden de los buenos hogares; el respeto, la solidaridad,
las buenas costumbres, los modales. Y aprendíamos también cada rincón de la
casa; sus pasillos, su patio, sus paredes. Se respiraba allí un aire familiar y
se sentía la autoridad de Doña Felicia Rondón de Cabello y el liderazgo de Don Adrián Cabello; su sabiduría y la
convicción, para nosotros, de que todo lo que hacía estaba bien hecho. Por ello no es casual el
liderazgo de sus hijos Diosdado y José David, ellos vienen de esa estirpe.
Y es que cuando se escriba la historia de El
Furrial habrá que decir, sin lugar a dudas, que Doña Felicia y Don Adrián
Cabello llenaron al pueblo de sus particularidades. Que su casa, que está
sembrada en el centro del pueblo, fue siempre el centro de congregación de la
gente humilde y necesitada. Fue el epicentro donde convergían, desde los
amigos, hasta los que necesitaban de un trozo de pan o de solidaridad. Nadie me
lo ha contado, yo lo vi con mis ojos. Los mismos que vieron esta historia.
Hoy la casa de Doña Felicia y Don Adrián, la
casa de todos, La Casa de Los Sueños, como he titulado esta entrega, se ha
convertido en el centro de la musicalidad de El Furrial. Pues, sus hijos
(Diosdado y José David), la han convertido en la sede de La Orquesta Sinfónica
Infantil “Ma ´Fela” de El Furrial. Por estos días fue inaugurada y por allí se
dejaron oír los acordes del Himno de La Alegría (La Sinfonía No 9 de
Beethoven). Quien lo diría.
Quien diría que los hijos o los nietos de
muchos furrialeños; que muchos quizás estaban destinados a ser campesinos y
labradores, hoy pudieran tener la posibilidad de trascender a través de la
genialidad de Ludwing Van Beethoven (1770-1827)…quien lo diría.
Quien diría que esos niñas y niños de El
Furrial iban a hablar algún día el lenguaje universal de la música. Quien lo
diría.
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