El Cementerio de El
Furrial es quizás el patrimonio más grande con el que cuentan sus habitantes;
patrimonio espiritual, patrimonio sagrado. Así seguramente son todos los
cementerios. Cuantos dolores allí en ellos sembrados; cuantas historias, cuanto
llanto.
La única autoridad
que allí rige, al menos en el cementerio de El Furrial, es el dolor que asiste
a los deudores y el derecho de tener a sus seres queridos en ese pedazo de
tierra.
Infinidad de veces
hemos desfilado por sus veredas y caminos y casi sabemos de memoria donde está
ubicada cada familia. Es una especie de parcelamiento, sin rima y sin forma,
pero donde cada familia se ha dispuesto un lugar. Y desde cada tumba se puede
visualizar el dolor del otro. Es una sola vecindad.
Cada quien abona
con su amor su tumba y sus deudos. Y todos tienen el derecho de amar a sus
muertos; y a sus tumbas y de vivir sus dolores, y sus recuerdos, y sus
historia.
Por ejemplo, en la
tumba de mi hermano Elvis, se puede leer el siguiente epitafio; “Quiere el
trágico destino de los precursores que estos mueran en el umbral sin divisar la
tierra prometida”. Él murió en La Lucha Armada; aquella “batalla épica” que se
libró en Venezuela entre los años de 1960, 1970 y parte de 1980. Fue un hombre
muy duro en su accionar, quien asumió al marxismo a temprana edad y murió
siendo un soñador y un comunista convencido.
Él está sembrado al
lado de mis padres. Quienes después de más de 45 años de casados, decidieron
eternizar su unión. Uno al lado del otro. Juntos para siempre.
Y es que en El
Furrial reposan las razones más puras de nuestros afectos. Nuestros mejores
amigos, nuestra familia, nuestros vecinos más queridos. Nuestros hermanos del
alma.
Recientemente
ocurrió un hecho; que se lo añadimos al odio que han sembrado los factores
violentos que adversa a La Revolución Bolivariana y principalmente contra uno
de sus líderes fundamentales, como lo es Diosdado Cabello. De modo que cuando
profanan el mausoleo donde reposan los restos de Doña Felicia (madre de
Diosdado y José David Cabello), y de otras familias de estos. Caso por ejemplo
de la tumba de Don Ramón Cabello; insigne hombre, honorable por lo demás; quien
es sin dudas un referente moral en el pueblo, padre de honorables hijos. La
tumba de Graciela Cabello, la tumba de una hermana de la señora Hortensia
Cabello y hasta la tumba de nuestro amigo y camarada, Carlos Pérez; esposo de
Lesbia Cabello.
Todo no es más que
el odio que han transmitido hacía Diosdado Cabello y su familia. Acaso se puede
alguien haber olvidado de José Pérez Venta, el descuartizador de Liana
Hergueta?. Quién confesó que dentro de sus objetivos estaba asesinar a Daniela
Cabello, amantísima hija de Diosdado. Según encargo que le habían hecho.
Lo ocurrido en el
cementerio de El Furrial en el mausoleo de la familia Cabello, es quizás lo que
los acumuladores de odio y los amantes de la violencia, quieren para Diosdado y
su familia.
Por todo ello un
grupo de amigos y vecinos de El Furrial, hemos decidido reunirnos en La Plaza
Bolívar de la localidad, a fin de marchar hasta el cementerio local y depositar
una flor en el mausoleo de la familia Cabello.
De El Furrial no podemos perder, así como de
ningún pueblo, los valores que nos han convertido en hombres de bien, pero
tampoco esa historia local, escrita por nuestros hombres y mujeres y que
seguramente han inspirado mucho de lo que somos. Nuestra estirpe, nuestra
indignación y nuestra rebeldía para conmovernos por las injusticias.
Algunas personas
(de los opinadores en las redes sociales), nos han tildado de jala bolas (pido
que se me permita el término), que por este acto que pretendemos hacer este
próximo sábado 16 de abril, en desagravio a la familia Cabello. Solo que no
saben que ningún furrialeño necesita jalarle bolas a Diosdado o José David para
accesar a ellos. Ambos son furrialeños cual más. Y al igual que nosotros, saben
y conocen a todas las familias de nuestro terruño.
Los hijos de El
Furrial, en su gran mayoría, hemos padecido juntos casi los mismos dolores, las
mismas perdidas, las mismas caídas.
Lo ocurrido es una
bofetada a nuestro gentilicio y a nuestro orgullo de furrialeños. Y somos
nosotros quienes debemos levantarnos. Los amigos, los vecinos, la familia toda.
Urge una vuelta a
la cultivación de los valores hogareños. Aquellos que nos enseñaron nuestros
viejos y que nos han conducido a ser hombres de bien. Por ejemplo, no estar “encima”
de los mayores cuando estos hablan (no estar en las conversaciones de estos),
respetar lo ajeno, no alzarle la voz a los padres, decirle USTED a los mayores,
no sentarse a la mesa sin camisa, acostarse temprano, cultivar el hábito de la
lectura, ayudar en los que trabajos del hogar y labores domesticas, sentarse
juntos a comer. Ah pero también, cultivar el compañerismo y la vida sana.
Nuestros padres
eran sabios. Y aprendimos también a respetar a los padres de nuestros amigos.
Eran también como nuestros padres. Tenían toda la autoridad moral para
reprender y corregir.
No dejemos escapar
nuestro gentilicio!
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