miércoles, 13 de abril de 2016

EL FURRIAL; SU CEMENTERIO Y LA GENTE

El Cementerio de El Furrial es quizás el patrimonio más grande con el que cuentan sus habitantes; patrimonio espiritual, patrimonio sagrado. Así seguramente son todos los cementerios. Cuantos dolores allí en ellos sembrados; cuantas historias, cuanto llanto.
La única autoridad que allí rige, al menos en el cementerio de El Furrial, es el dolor que asiste a los deudores y el derecho de tener a sus seres queridos en ese pedazo de tierra.
Infinidad de veces hemos desfilado por sus veredas y caminos y casi sabemos de memoria donde está ubicada cada familia. Es una especie de parcelamiento, sin rima y sin forma, pero donde cada familia se ha dispuesto un lugar. Y desde cada tumba se puede visualizar el dolor del otro. Es una sola vecindad.
Cada quien abona con su amor su tumba y sus deudos. Y todos tienen el derecho de amar a sus muertos; y a sus tumbas y de vivir sus dolores, y sus recuerdos, y sus historia.
Por ejemplo, en la tumba de mi hermano Elvis, se puede leer el siguiente epitafio; “Quiere el trágico destino de los precursores que estos mueran en el umbral sin divisar la tierra prometida”. Él murió en La Lucha Armada; aquella “batalla épica” que se libró en Venezuela entre los años de 1960, 1970 y parte de 1980. Fue un hombre muy duro en su accionar, quien asumió al marxismo a temprana edad y murió siendo un soñador y un comunista convencido.
Él está sembrado al lado de mis padres. Quienes después de más de 45 años de casados, decidieron eternizar su unión. Uno al lado del otro. Juntos para siempre.
Y es que en El Furrial reposan las razones más puras de nuestros afectos. Nuestros mejores amigos, nuestra familia, nuestros vecinos más queridos. Nuestros hermanos del alma.
Recientemente ocurrió un hecho; que se lo añadimos al odio que han sembrado los factores violentos que adversa a La Revolución Bolivariana y principalmente contra uno de sus líderes fundamentales, como lo es Diosdado Cabello. De modo que cuando profanan el mausoleo donde reposan los restos de Doña Felicia (madre de Diosdado y José David Cabello), y de otras familias de estos. Caso por ejemplo de la tumba de Don Ramón Cabello; insigne hombre, honorable por lo demás; quien es sin dudas un referente moral en el pueblo, padre de honorables hijos. La tumba de Graciela Cabello, la tumba de una hermana de la señora Hortensia Cabello y hasta la tumba de nuestro amigo y camarada, Carlos Pérez; esposo de Lesbia Cabello.
Todo no es más que el odio que han transmitido hacía Diosdado Cabello y su familia. Acaso se puede alguien haber olvidado de José Pérez Venta, el descuartizador de Liana Hergueta?. Quién confesó que dentro de sus objetivos estaba asesinar a Daniela Cabello, amantísima hija de Diosdado. Según encargo que le habían hecho.
Lo ocurrido en el cementerio de El Furrial en el mausoleo de la familia Cabello, es quizás lo que los acumuladores de odio y los amantes de la violencia, quieren para Diosdado y su familia.
Por todo ello un grupo de amigos y vecinos de El Furrial, hemos decidido reunirnos en La Plaza Bolívar de la localidad, a fin de marchar hasta el cementerio local y depositar una flor en el mausoleo de la familia Cabello.
 De El Furrial no podemos perder, así como de ningún pueblo, los valores que nos han convertido en hombres de bien, pero tampoco esa historia local, escrita por nuestros hombres y mujeres y que seguramente han inspirado mucho de lo que somos. Nuestra estirpe, nuestra indignación y nuestra rebeldía para conmovernos por las injusticias.
Algunas personas (de los opinadores en las redes sociales), nos han tildado de jala bolas (pido que se me permita el término), que por este acto que pretendemos hacer este próximo sábado 16 de abril, en desagravio a la familia Cabello. Solo que no saben que ningún furrialeño necesita jalarle bolas a Diosdado o José David para accesar a ellos. Ambos son furrialeños cual más. Y al igual que nosotros, saben y conocen a todas las familias de nuestro terruño.
Los hijos de El Furrial, en su gran mayoría, hemos padecido juntos casi los mismos dolores, las mismas perdidas, las mismas caídas.
Lo ocurrido es una bofetada a nuestro gentilicio y a nuestro orgullo de furrialeños. Y somos nosotros quienes debemos levantarnos. Los amigos, los vecinos, la familia toda.
Urge una vuelta a la cultivación de los valores hogareños. Aquellos que nos enseñaron nuestros viejos y que nos han conducido a ser hombres de bien. Por ejemplo, no estar “encima” de los mayores cuando estos hablan (no estar en las conversaciones de estos), respetar lo ajeno, no alzarle la voz a los padres, decirle USTED a los mayores, no sentarse a la mesa sin camisa, acostarse temprano, cultivar el hábito de la lectura, ayudar en los que trabajos del hogar y labores domesticas, sentarse juntos a comer. Ah pero también, cultivar el compañerismo y la vida sana.
Nuestros padres eran sabios. Y aprendimos también a respetar a los padres de nuestros amigos. Eran también como nuestros padres. Tenían toda la autoridad moral para reprender y corregir.

No dejemos escapar nuestro gentilicio!     

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