En la superficie la vida está
signada por la neurosis; todo es agitado, todos van de prisa. El status quo que
establece el sistema capitalista no pierde su norte y todo lo convierte en mercancía.
Arriba, el marketing y la propaganda definen el estatus y el dinero nos
clasifica. Somos una simple cifra, una estadística, un código, un número.
Arriba, la vida es como asistir a un gran mercado. Nos debatimos
entre la oferta y la demanda. Todo cuesta, todo tiene un precio. Hasta la
felicidad tiene un valor monetario. Si tienes dinero, eres feliz. Si no tienes,
te espera a la vuelta de la esquina la enfermedad más terrible de esta
civilización; la pobreza.
Arriba, la vida es individual. Las relaciones sociales son a distancia,
no involucra solidaridades, ni afectos. La hermandad solo queda relegada a la
condición social. Por ello, la apariencia es importante. Y la lucha de clases
sociales disimula a los actores. Arriba, ser pobre es una etiqueta
descontinuada. Por ello muchos utilizan a las universidades del gobierno
(UNEFA, UBV, Las Aldeas Bolivarianas, etc), para obtener un pasaporte
(titulo?), para luego “cambiarse el nombre” por el de doctor o licenciado,
aunque tengan que negar su origen.
Abajo la vida es distinta. Es como un submundo por donde
corretea un convivir diferente. Hay mucha bulla; mucha música, muchas voces
diciendo cosas. En Las Catacumbas; como cual lugar de escondite para los
perseguidos, allí se pasea la rebeldía de lado a lado. Es un mundo aparte, donde
no llega la influencia de la massmedia perversa y manipuladora. Y en donde es
común toparse con el rostro fresco de Hugo Chavéz o con la mirada de siglos del
Che Guevara, como conciencias permanente de un pueblo que lucha cada día para
ser mejor.
En Las Catacumbas, el color de la piel no importa y la ideología
es una sola; luchar hasta vencer. Bob Marley corretea con su canto de rebeldía
y libertad por las calles de este submundo que a cada rato niegan los de
arriba. Y Alí Primera que decidió quedarse para siempre, nos permite
descubrirlo cada vez más; como que se inventara una nueva tonalidad todos los
días, y nuevas frases, nuevas expresiones, nueva poesía para Sol Muset.
Abajo, en el subterráneo, la vida es reivindicada por un
gobierno, que como la gente de allá, es también rebelde y justo. Las Catacumbas
sirven de refugio para todos los fugitivos que huyen de la estupidez, de la
apariencia y de la falsedad.
En este submundo de la vida todos conocen a Ismael Miranda y su
salsa brava. Aun su música suena con mucha vigencia. Y es que la gente maneja
sus propios códigos, su propia gestualidad, y su propia forma de comunicarse. Y
que conste, no solo estamos hablando de espacios físicos, Las catacumbas
también están en el alma, en la espiritualidad de la gente que se manifiesta
contrario a la mentira que a diario promueve la massmedia perversa.
Es la posverdad en acción que construye la gente poderosa que
está detrás de los grandes medios de comunicación. Los que utilizan su
aparataje tecnológico para difundir por el mundo la verdad que les dictan sus
intereses de clase, sus intereses ideológicos y económicos.
Armando Reverón, El Che Guevara, Hugo Chávez y mucha rebeldía de
una fanaticada que canta y canta en el Estadium Olímpico de Caracas, son
rostros que hondean en la profundidad de las almas que gritan y gritan.
En Las Catacumbas pulula la mayoría; la gente con esperanza, los
que palpan a la patria y le ven su rostro y se aferran cada día más a esta
tierra. Los que comparten la felicidad, una sonrisa y hacen colectiva la
tristeza y las lagrimas.
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