Quizás desde esos restaurantes que
abundan en el Este de Caracas; lujosos y cómodos, o desde la cultura que nos
inicia en las prácticas de la pequeña burguesía; o más preocupante aun, desde
la comodidad y el lujo que brindan las oficinas públicas; desde ese otro
espectro, que ya se torna como que fuera una contracultura, desde allí mucha
gente no entiende lo que ocurre abajo, allá en las catacumbas del pueblo, allá
donde la gente sencilla y común se ríen a carcajadas y luchan a diario por la
dignidad y la vida, no entienden esa cosa extraña que llaman Organización
Popular.
Y es que la palabra PUEBLO la
asumimos como concepto político. Son los millones de hombres y mujeres a los
que el sistema capitalista a dispuesto para engrosar las listas de desplazados,
de explotados, de invisibilizados. Millones de hombres sin rostro que solo
tienen posibilidades de figurar en una estadística, en un número, y que sin
dudas sirven para que los sistemas estadísticos; esos que no miden el dolor ni
el sufrimiento de una persona, que no conocen de hambre ni de la intemperie de
la noche y de la vida que se acurruca debajo de los puentes y allí donde el
pedazo de cartón permite guarecerse, nos digan en hermosos cuadros, con curvas
que bajan y suben, que estamos venciendo el hambre o que hemos disminuido la
mortalidad infantil.
Pero abajo, allá en el foso, donde la
esperanza es el motor que hace andar la vida, lo humano cobra vida en lo
cotidiano. Los hombres y mujeres del pueblo han ido entendiendo, y así lo practican,
que la organización colectiviza la solución de sus problemas. Y además, lo
convierte en sujeto político activo, con un inmenso poder revolucionario que lo
llena de conciencia política y capaz de impulsar profundas transformaciones de
su entorno.
Los rostros se empiezan a ver. Las
huellas del hombre que lucha se empiezan a mostrar y su voz se empieza a oír.
La Organización Popular es en verdad
la organización de la rebeldía, los años de despojos y de frustración
convertidos en voz. Es un mecanismo de defensa del pueblo, que ahora culto y
bien lejos del analfabetismo, conoce sus derechos. Pues, un rayo de luz, una centella
que alumbró el firmamento apareció de golpe y despertó la furia contenida, la
rabia de años, pospuesta por la esperanza; como un quijote de nuevos tiempos y
lideró la rebeldía. Hugo Chávez no aro en el mar.