El mundo parece
reducido. El ser humano deambula de un lado a otro en busca de un espacio, de
una parcela que le sirva de morada. Como nunca antes, el fenómeno migratorio se
ha convertido en un problema humano
serio. Los desplazamientos humanos parecieran demostrarnos o que el mundo y sus
territorios habitables se han reducido, o sencillamente viajamos aceleradamente
hacia nuestra propia destrucción y aniquilación como especie.
La naturaleza poco a
poco le cobra al hombre su trato despiadado. Ya son comunes las llamadas “catástrofes
naturales”, la desaparición de especies, el deshielo del ártico, el
calentamiento global, los daños causados a la Capa de Ozono, etc.
Sin dudas que el
modo de producción capitalista y su doctrina desarrollista, relega a un segundo
plano las relaciones humanas y la satisfacción de necesidades básicas. Ya no
nada más el hombre, para su subsistencia, necesita de pan, ropa y techo, ahora,
hasta por un principio de supervivencia, este necesita ser más audaz. Necesita
de sueños, de utopías, de atreverse a caminar y desafiar los límites que lo
conducen a su propia destrucción.
El fenómeno migratorio
ha convertido al hombre en su propio enemigo. Negado por su propia especie;
despreciado y perseguido. El hombre es hoy un extraño en su propio hábitat.
Huye de sí mismo y es despreciado por quienes promueven un mundo “moderno”, que
poco a poco aniquila las relaciones humanas, el afecto y el amor.
Es necesario que
globalicemos una conciencia ecológica que le dé un trato urgente a la salvación
del planeta. Debemos ir a nuevas formas de convivencia humana, donde el
desarrollismo y el afán de conquista y de sometimiento y explotación del hombre
por el hombre desaparezcan de las relaciones humanas.
Urge volver a la raíz
utópica. A ese pequeño pero grandioso instante en que el hombre se reconoce
hermano del hombre y juntos salvemos la vida.
Quizás, si no
hacemos nada, la vuelta de la página sea “Un mundo sin nosotros”.
Lo comparto plenamente. Saludos
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