Definitivamente los
venezolanos somos especiales. Crecimos sin odios y sin discriminación. Desde
carajitos nos enseñaron a respetar y a no ver sino el color de los ojos de la
gente. Vale decir, a tratar a las personas por lo que son, sin importarnos su
color. A decirle señor o señora a los mayores y a ver en un maestro, un segundo
padre o una segunda madre. Crecimos limpios de alma y de corazón. Sin odios,
sin el alma enferma.
En El Furrial; ese
pueblo mágico de gente buena, de nuestros amigos y seres queridos, donde todos
los padres eran padres de todos y donde los amigos se convertían en hermanos, allí
vimos los primeros migrantes llegar. Quizás eran personas extrañas; con hábitos
distintos, léxicos distintos, ropaje distinto al de nosotros, pero seres
humanos al fin, a quienes desde ya respetábamos.
Por la calle del Estadio
vivía la señora Ana con su esposo a quien le decían El Inglés. Su hablar era extraño, pero todas
las tardes iba a la casa de mis padres a tomar café y conversar. Eran largas
tertulias, pero había la afinidad por la pesca de Machetón y colocar anzuelos
en el rio para ver si se tropezaba un Rayado.
Un buen día llego al
pueblo un italiano a quien conocíamos como Balaci. El compro una casa frente a
la nuestra e instaló allí un consultorio odontológico. Toda una novedad para
nosotros, que hasta entonces no conocíamos más que a La Saca Muelas del Corozo.
Una señora que recorría todo el pueblo, cargando sobre si la fama de haber
peleado con una culebra Traga Venado, de más de ocho metros de largo, que pretendió
asfixiarla a la orilla del rio Guarapiche.
Con Balaci y su
consultorio odontológico empezó a cambiar el pueblo. Era común ver largas colas
de gente para consultarse con el.
A veces nos topábamos
en las calles de El Furrial con unas mujeres blanquísimas; gordas y altas, con
ropa elegante y hablar enredado, vendiendo sabanas, telas, toallas. Les decíamos
Las Turcas. Igual las socorríamos con agua fría y les ofrecíamos una silla para
descansar.
Y cuando había que
remendar los zapatos, solo teníamos que estar atentos al grito, que desde
lejos, recorría todas las calles del pueblo; “zapaterooooooooo”¡ Eran personas
raras para nosotros, de aspectos picarescos y bien trajeados, impecablemente
vestidos, de camisa manga larga y correa combinada con las medias y el calzado.
Ellos magistralmente ponían nuestros zapatos activos para una temporada más.
Un buen día, ya
estudiando nosotros segundo o tercer año de bachillerato, llegaron a nuestro
pueblo una numerosa familia de peruanos. Un hombre y una mujer con sus hijos
empezando la adolescencia y buscando un futuro para ellos. Recuerdo que la
noticia corrió como pólvora en el pueblo. Tanto así que cuando se supo que sus
hijos buscaban cupo para estudiar en nuestro liceo, los maestros y profesores
nos hablaban de la solidaridad y de la necesidad de apoyarlos, de guiarlos y de
orientarlos. Así fueron acogidos en El Furrial; sin discriminación, sin odios y
con el corazón abierto. De ellos aprendimos palabras y expresiones y el futbol
se popularizo, pues, dos de ellos eran unos maestros con el balón en sus pies.
Incluso el padre, fue el primer Director Técnico de algún equipo de futbol de
nuestro pueblo. Y fue tanta la acogida, que hasta echaron raíces en nuestro
pueblo; y se casaron, y tuvieron hijos y se hicieron furrialeños.
Luego han venido
chilenos, portugueses, colombianos, ecuatorianos y hasta un alemán.
Y es que así somos
los venezolanos. Somos gente buena, de alma pura. Tanto, que rayamos en lo
pendejo. Pues, muchos de estos inmigrantes luego que han sido acogidos con amor
en esta patria, muchos de ellos como que se les ha olvidado cuando estaban
despatriados, y ahora no escatiman en sumar sus voces para despotricar de
Venezuela y su gente. Muchos han participado en guarimbas y desde sus espacios,
promueven el odio y la xenofobia. Algunos son anti socialistas militantes.
Buscan a los rojos rojitos para quemarlos, para desaparecerlos y negarlos como expresión
política de este país.
Se olvidan que esta
patria; cual madre que acogen a sus hijos en su seno, alguna vez los cobijo y
les dio el calor que en sus tierras de origen, les negaron. No olvidemos las
crueles dictaduras que vivieron y padecieron países como Chile, España,
Bolivia, Nicaragua. No olvidemos los miles de asesinatos en Colombia, la dictadura
de Brasil. No olvidemos que este país los hizo gente, los hizo personas y les
dio oportunidades de estudio, de trabajo, de negocios.
A veces provoca que
El Gobierno bolivariano reviva el Decreto de Guerra a Muerte promulgado por Bolívar
y donde se le juraba a ser pasado por las armas, a toda persona que osara no
estar de acuerdo con el proyecto de país que para la época estaba planteado. O
que traicionara los ideales de patria.
Hemos
sido un pueblo noble, pero le exigimos al extranjero que respete a Venezuela.
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