Así como los ríos
son desviados de su cauce por el modernismo y el desarrollismo y en ocasiones,
contaminados o desaparecidos; ocultos o tapados por construcciones que hacen la
vida más “civilizada”, pero que siempre, inesperadamente, in surgen, de sus
cenizas pudiéramos decir; sobre todo cuando la naturaleza, en este caso, tiene
la “necesidad” de hacer valer su fuerza, las razones intrínsecas que la hacen
ser; así también ocurre con la identidad que une a Venezuela y Colombia.
No en vano Simón
Bolívar llenó con su gloria la historia de ambos pueblos. Su sueño de La Gran
Colombia era una propuesta visionaria donde no existían las fronteras, ni las
diferencias. Por el contrario, somos pueblos idénticos; con la misma cultura,
la misma historia, los mismos dolores, las mismas fuentes inspiradoras de lo
grande, de lo hermoso; con el mismo canto y la misma rebeldía, y con la misma
estirpe.
Bolívar nos enseño
a amarnos, muy a pesar de que cuando viajaba a su destierro su carruaje era
apedreado y bañado de bosta de ganado, con gritos de longaniza, para endulzar
su ofensa. Muy a pesar de que murió en Santa Marta con camisa prestada. Pero su
verbo, su genio, su espada incendiaria no cesaron nunca por el sueño más grande
que hombre alguna haya atesorado; la libertad de su patria y de sus naciones
hermanas.
El Uti Possidetis Juris,
como principio de Derecho Hispanoamericano que fue aplicado después de la
disolución de la Gran Colombia en 1830, sirvió como guía y base para que todas estas naciones, integradas en
La Gran Colombia, “volvieran” a tener, ya como naciones independientes o
unitarias, el territorio que correspondía a La Capitanía General de 1810,
decretada por Carlos III en 1777, expresada en El Virreinato de La Nueva
Granada, El Brasil y La Guayana Holandesa. No obstante, pudiéramos decir que
hay lazos que no se rompen con decretos. Como por ejemplo la identidad cultural
e histórica, así como el derecho de toda nación de ser libre y soberana y de
desarrollarse de acuerdo a sus capacidades, inventivas y potencialidades
Alí Primera lo
cantaba magistralmente: “El Orinoco y El Magdalena se abrazarán/entre canciones
de selva/y tus niños y mis niños/le cantaran a la paz…Ven amigo
Colombiano/vamos juntos a cantar/por segunda independencia/vamos juntos a
luchar… Nuestros lazos de amistad/por siempre perdurarán/somos hijos de la
patria/que nos dejó El Libertador/y a defender con amor/su herencia nos llama”
Hoy El presidente
Nicolás Maduro es atacado ferozmente por la oligarquía colombiana. Osan incluso
colocar su imagen en afiches, en lugares públicos, para cada transeúnte que por
allí pasa, le profese un insulto o una afrenta. Como cual delincuente convicto
y confeso, la imagen de nuestro presidente es expuesta para las humillaciones
que ha bien desee cada quien, ante la vista cómplice de las autoridades
colombianas.
Los medios de
comunicación colombianos no cesan en sus ataques y en toda una guerra
mediática, que busca, sin dudas, un desenlace imprevisible.
Las acciones que ha
emprendido el gobierno bolivariano en la frontera con Colombia son legítimas y
soberanas. Se basan en la auto determinación del estado venezolano de poner
orden, de garantizar la paz, pero sobre todo, de ejercer el gobierno.
Desde la
presidencia de Álvaro Uribe los EEUU han instalado en el hermano país, toda una
estructura militar y de espionaje, que les permite inferir en la vida diaria de
Venezuela.
Hoy nadie puede
negar que desde la desaparición física del Comandante Chávez y el arribo de
Nicolás Maduro a La Primera Magistratura, las oligarquías, venezolanas y
regionales se desataron. La llamada Guerra Económica es el mismo guión que le
aplicaron a salvador Allende. Son miles los documentos desclasificados que dan
cuenta de los mismos métodos empleados. Todavía se oye el canto digno de Víctor
Jara y toda su tristeza expresada en “Te Recuerdo Amanda”
De Colombia hemos
heredado el sicariato, el paramilitarismo y el descuartizamiento de nuestros
líderes y el uso de las motos como el vehículo preferido de los delincuentes.
Todo estimulado por una concepción gubernamental; primero con Uribe y ahora con
Santos, que no tienen dentro de sus prioridades, el brindarle atención primaria
a sus nacionales. Es ese el principal estimulo de los miles de colombianos a
abandonar sus fronteras en busca de mejor vida.
Hoy el país reclama
respeto. Pero reclama también de todos los conciudadanos cerrar filas en apoyo
a la patria y en apoyo a la tierra que nos ha parido. Nada de esto es casual.
Todo es parte de un plan muy bien orquestado. No es momento de vacilar, la
patria exige un paso al frente!
Excelente Articulo
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