Quizás Carlos Marx
nunca se imagino que aquel día cuando afirmó que “la religión era el opio de
los pueblos”, estaba “iniciando” un debate que históricamente ha tenido una
repercusión importante. Si bien la frase es sacada de contexto, pues, él en
verdad hacía un análisis de la alienación, e incluía allí el tema de La
Alienación Religiosa. Y decía que el opio; que era considerado una medicina
contra el dolor que se le daba incluso a niños, apreciaba que la religión al
“calmar” el dolor de los pueblos, podía evitar que estos lucharan para salir de
las causas de ese dolor.
En todo caso, las
estructuras jerárquicas de la iglesia no a escatimado en señalar el carácter
maligno del marxismo, del comunismo y de la izquierda.
“…Y está sentado a La Diestra de Dios Padre…”
Si la Derecha es la diestra, la Izquierda es la siniestra. Es la lucha entre el
bien y el mal. La Derecha es buena. La Izquierda es mala. Es la lucha entre
Dios y el Diablo. Los Buenos contra los Malos, y viceversa.
Desde otra
perspectiva hay que decir que La Epistemología, como conocimiento reflexivo y
riguroso, que ya desde Grecia se oponía a la Doxa (conocimiento vulgar),
permite que se ocupe de “las circunstancias históricas, psicológicas y
sociológicas que llevan a la obtención del conocimiento”. De tal manera que hoy
podemos comprender que La Diestra y La Siniestra; La Derecha y La Izquierda,
son en verdad dos concepciones, antagónicas entre si, que conciben la vida y
las cosas de manera distintas. Por ejemplo, La Derecha empuja hacía el
conservadurismo, la Izquierda es revolucionaria. Mientras una concepción
pretende sostener y mantener lo establecido, la otra empuja al cambio y a la
transformación de las cosas.
La dialéctica por
ejemplo nos enseña que todo está sometido al cambio y a la transformación. Todo
está en movimiento. Nada está quieto. Así también el pensamiento complejo y la
transdiciplinaridad, “como hija de las imperfecciones crecientes en los modos
dominantes de construir el conocimiento”, nos permiten mirar la realidad;
concebirla y entenderla desde una perspectiva más integral.
El derrumbe del
Muro de Berlín y la desintegración del bloque Soviético, a través de la llamada
Perestroika, entre otros acontecimientos, le ha permitido a los enemigos de los
cambios y de las revoluciones, diseminar la idea en el mundo de que hemos
llegado al fin de las utopías, al fin de los sueños, al fin de las ideas.
Nuevamente nos invitan a la resignación, a la pasividad, al conformismo.
Desde la izquierda;
se impulsa El Humanismo Ecuménico, ese mismo que se encuentra en El Cristo
Redentor y que junto al pueblo pobre marchan con la esperanza de un mundo
mejor. El mismo que porta la corona de espinas y arrastra la pesada cruz de la
desesperanza y de la resignación. Y que sin saberlo, paga con su sangre y con
su dolor la acumulación de riquezas que hacen pocas manos. Así pues, que,
mientras el mundo se llena de pobres; de niños que mueren por desnutrición, de
familias que no tienen un pan que poner en su mesa, o personas que
sencillamente buscan los puentes para guarecerse, hay un minúsculo grupo de
personas que han logrado acumular riquezas vergonzosas.
Contrario a lo que
nos quieren hacer creer hoy está más vigente que nunca; es más, es necesario,
que el mundo gire hacía la izquierda. Es desde allí que se puede hacer una
revolución de lo humano. De la vuelta al sentido originario de la vida. De la
vuelta a la vitalidad; al amor, a la solidaridad entre los seres, al respeto.
De la vuelta a encontrarnos como hermanos
La izquierda se
nutre del Humanismo Ecuménico, de La teología de La Liberación y de las
corrientes filosóficas que encuentra a Dios en la tierra, como Dios justo y
humanitario, como Dios esperanza, como Dios soñador.
La lucha entre La
Derecha Y La Izquierda está vigente. Pues, es al fin de cuentas, la lucha entre
la vida y la muerte. La lucha por la paz y por la humanidad.