miércoles, 23 de diciembre de 2015

CUANDO YA ESTÁ PRÓXIMA LA NOCHE DE NAVIDAD…



   No voy a despedir esta página hasta el año que viene, pues, el ímpetu de escribir lo que pienso es algo que no está ceñido a un contrato ni a ninguna obligación que me impida seguir opinando libremente y siempre fiel a mis principios e ideas.

   Siempre en un afán permanente por lo humano, por la justicia, por la lucha de los pueblos, por la lucha de los desposeídos, por nuestro hábitat; nuestro planeta, nuestro cosmos…”nuestra única y contaminada nave espacial”, como diría Walter Marquez.

   Aquí estamos y aquí seguimos. Sin ser ajenos a lo que nos acontece, a lo político, y ahora a La Navidad. Y es que en mi lista de deseos he incluido infinidad de peticiones.

   Pido que respetemos de forma sagrada la inocencia de los niños. A el amor como la bandera más noble que podemos levantar los humanos. Ese sentimiento que nos hace salir del yo individual y nos ubica fuera de nosotros como una proyección real de que efectivamente el hombre puede amar a sus semejantes.

   Que cultivemos la misericordia como una muestra de que somos capaces de doblegarnos ante la adversidad ajena, ante el dolor ajeno, ante lo que le acontece a otro.

   Que busquemos a Dios en la grandeza y majestuosidad de la naturaleza y no en la rigidez y frialdad de los templos. Pues, él hace tiempo anda por todas partes. Avergonzado y dolido por tanta maldad. Él es libre, no le pertenece a ninguna religión y no ha delegado su palabra a ningún predicador. Es libre.

   Que entendamos que el mundo que se vive arriba y abajo; en la tierra y en el espacio sideral, es uno solo; con lenguajes distintos, pero es uno solo. Un solo equilibrio impera en ambos, el de la vida.

   Que podamos admitir que para la naturaleza tiene el mismo valor…más bien la misma herida, la muerte de un ser humano que la desaparición de un ave. El valor vital no lo determina ni el peso ni el tamaño, más bien la ruptura de la majestuosidad de que está dotada la naturaleza y la vida. La ruptura del equilibrio vital.

   Que la muerte no deje de ser una lamentación…claro que lo es. Más bien que sigamos porfiadamente empeñados en celebrar el milagro de la vida.

   Que sigamos indignándonos ante las injusticias. Como decía El Che; “En cualquier parte donde está se presente”.

   Que no olvidemos el horror de Hiroshima y la bomba atómica que mató para siempre la alegría de la vida. Y El Holocausto Nazi que borro de la faz de la tierra a más de seis millones de judíos. Y que rechacemos la venganza de estos contra el pueblo de Israel. Que absurdo; el hombre como lobo del hombre.

   Que la inteligencia no siga siendo nuestra mayor estupidez. Que más bien animalicemos nuestros sentidos e instintos, y como los animales, nos protejamos y nos cuidemos como especie.

   Deseo que la riqueza de unos pocos no sea su mayor pobreza y su mayor miseria.

   Que se haga digno el pan que llevamos a la mesa y que gritemos todos juntos, alguna vez; que viva lo humano. Que viva el hombre; la especie, la raza, la vida.

   No voy a decir Feliz Navidad, como se acostumbra, pero si quiero decir en estas navidades: Que viva la humanidad! Que viva lo humano!

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