El llanto del
carajito que retumba por las paredes del hospital gritando su alumbramiento,
pero dándonos la certeza de que nació. El hombre que tiene el pan en la mesa.
La madre que sabe que su hijo tiene un colegio para estudiar. Los niños del barrio
que han conocido a Mozart, a Beethoven, a Chaikouski, a Johannes Brahms y que
sueñan a través de la música y que se hinchan el pecho de emoción por un acorde
que les recorre el espíritu.
Y que no decir de
quien recibe un título universitario, con la sola sensación de sentirse útil
para algo. Y que no decir del hombre a quien la vida le ha arrugado la piel y
las esperanzas, pero que se sabe dueño de un reconocimiento o de una mano que
le da una palmada en el hombre.
Y es que HAY MIL
RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO, para seguir luchando. Pues, si osamos levantar la
mirada para intentar ver el mundo que nos rodea, es posible que logremos ver
las grietas de este mundo y el peligro inminente de que el poder
autodestructivo del hombre, haga desaparecer la vida en la tierra.
Es posible que
alguna vez podamos sentir en carne propia como el capitalismo; su afán
desarrollista y voraz, ha convertido al hombre en mercancía. El hombre enemigo
del hombre. Lo humano “deshumanizado”.
Razón tenía
Benedetti cuando descubrió que “El Sur También Existe”
Y claro que HAY MIL
RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO. Pues, los pobres de este mundo descubrieron desde
hace tiempo que tan importante es el pan que se lleva a la mesa, como un
abrazo, un gesto de misericordia. Que la solidaridad no es un texto filosófico
ni un decálogo, sino una bendita forma de ser. Que Dios sigue siendo esperanza,
aunque las cúpulas y las jerarquías lo vivan ultrajando.
La esperanza ha
vencido a la desesperanza. El escepticismo queda reducido a un simple mal rato,
pues, el empeño por seguir, es mayor.
Aquel rebelde que
vino del llano nos enseñó, que la rueda también puede girar hacía el otro lado.
Que podemos revertir lo establecido y dejar correr libremente el aire, y la fe,
y la esperanza. Y aprendimos que no basta con saciarnos las ansias,
individualmente, por que el pan satisface más, cuando también es comido por tu
hermano, por tu semejante. Y que no nada más de pan vive el hombre. También
estamos hechos de sueños, de utopías por andar, de amor contenido, de ternura
mezclada con rabia, pero también, de mucho cansancio por la espera del alba. De
que siempre nos engañen con el espejito, y mucha indignación por los
maquillajes que le hacen a la verdad, donde todo es bonito y perfumado.
Preferimos abrazar
al indigente mal oliente; al que El Gigante encontró entre “las catacumbas del
pueblo”; harapiento, con mal aliento y hundido en la hediondez de la “decencia”
de la ciudad, que drena su porquería allí donde a nadie le importa.
Claro que HAY MIL
RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO, por que mientras la vida ha seguido su curso, un
Presidente (así con mayúscula), una vez detuvo su caravana presidencial para
tomar entre sus brazos a un perro que caminaba arrastrando sus dos patas
traseras fracturadas. Por que en verdad no se trataba del perro mismo. Lo que
realmente se reivindicaba ese día, era la ternura. El simple gesto de la
solidaridad, la simple acción de ser.
Y si HAY MIL
RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO…pues, ya salimos al encuentro de nosotros mismos.
PD: En la soledad de la
derrota electoral, “derrota necesaria como un latigazo en el espinazo” (como lo
diría José Ángel Ortiz), me he vestido con la piel de Nicolás, con la piel de
Diosdado, y me he tropezado con la hermosa verdad de que ellos son hombres de
convicción; de principios, y portadores del privilegio histórico de haber
estado en la intimidad de aquel hombre que quiso ser
rebelde!
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