miércoles, 9 de diciembre de 2015

HAY MIL RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO

El llanto del carajito que retumba por las paredes del hospital gritando su alumbramiento, pero dándonos la certeza de que nació. El hombre que tiene el pan en la mesa. La madre que sabe que su hijo tiene un colegio para estudiar. Los niños del barrio que han conocido a Mozart, a Beethoven, a Chaikouski, a Johannes Brahms y que sueñan a través de la música y que se hinchan el pecho de emoción por un acorde que les recorre el espíritu.
Y que no decir de quien recibe un título universitario, con la sola sensación de sentirse útil para algo. Y que no decir del hombre a quien la vida le ha arrugado la piel y las esperanzas, pero que se sabe dueño de un reconocimiento o de una mano que le da una palmada en el hombre.
Y es que HAY MIL RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO, para seguir luchando. Pues, si osamos levantar la mirada para intentar ver el mundo que nos rodea, es posible que logremos ver las grietas de este mundo y el peligro inminente de que el poder autodestructivo del hombre, haga desaparecer la vida en la tierra.
Es posible que alguna vez podamos sentir en carne propia como el capitalismo; su afán desarrollista y voraz, ha convertido al hombre en mercancía. El hombre enemigo del hombre. Lo humano “deshumanizado”.
Razón tenía Benedetti cuando descubrió que “El Sur También Existe”
Y claro que HAY MIL RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO. Pues, los pobres de este mundo descubrieron desde hace tiempo que tan importante es el pan que se lleva a la mesa, como un abrazo, un gesto de misericordia. Que la solidaridad no es un texto filosófico ni un decálogo, sino una bendita forma de ser. Que Dios sigue siendo esperanza, aunque las cúpulas y las jerarquías lo vivan ultrajando.
La esperanza ha vencido a la desesperanza. El escepticismo queda reducido a un simple mal rato, pues, el empeño por seguir, es mayor.
Aquel rebelde que vino del llano nos enseñó, que la rueda también puede girar hacía el otro lado. Que podemos revertir lo establecido y dejar correr libremente el aire, y la fe, y la esperanza. Y aprendimos que no basta con saciarnos las ansias, individualmente, por que el pan satisface más, cuando también es comido por tu hermano, por tu semejante. Y que no nada más de pan vive el hombre. También estamos hechos de sueños, de utopías por andar, de amor contenido, de ternura mezclada con rabia, pero también, de mucho cansancio por la espera del alba. De que siempre nos engañen con el espejito, y mucha indignación por los maquillajes que le hacen a la verdad, donde todo es bonito y perfumado.
Preferimos abrazar al indigente mal oliente; al que El Gigante encontró entre “las catacumbas del pueblo”; harapiento, con mal aliento y hundido en la hediondez de la “decencia” de la ciudad, que drena su porquería allí donde a nadie le importa.
Claro que HAY MIL RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO, por que mientras la vida ha seguido su curso, un Presidente (así con mayúscula), una vez detuvo su caravana presidencial para tomar entre sus brazos a un perro que caminaba arrastrando sus dos patas traseras fracturadas. Por que en verdad no se trataba del perro mismo. Lo que realmente se reivindicaba ese día, era la ternura. El simple gesto de la solidaridad, la simple acción de ser.
Y si HAY MIL RAZONES PARA SEGUIR SOÑANDO…pues, ya salimos al encuentro de nosotros mismos.




PD: En la soledad de la derrota electoral, “derrota necesaria como un latigazo en el espinazo” (como lo diría José Ángel Ortiz), me he vestido con la piel de Nicolás, con la piel de Diosdado, y me he tropezado con la hermosa verdad de que ellos son hombres de convicción; de principios, y portadores del privilegio histórico de haber estado en la intimidad de aquel hombre que quiso   ser rebelde!  

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