El Martes Negro del
Crac del año 29, también conocida como La Gran Depresión; entendida como la
mayor crisis económica y financiera que ha sufrido EEUU (y por supuesto, con
gran connotación mundial), nos muestra a un país desbastado, con un desempleo
que rondaba entre el 25 y el 33%, un aparato productivo totalmente paralizado,
quiebra de bancos; miles de personas perdieron sus ahorros, por no existir
respaldo para los mismos (los ahorros no estaban asegurados), las cosechas
cayeron en un 60%.
A la caída de La
Bolsa de Valores (Wall Street), se sumó además una devastadora sequía y un
intenso verano, que estimuló una de las inmigraciones internas más grandes de
la que se tenga noticias en EEUU. California era el destino esperanzador.
Estados como Texas, Nuevo México, Oklahoma, Kansas, parecía vaciarse. Sus
caminos polvorientos se llenaban de hombres que buscaban empleo para poder
llevar la comida a la casa.
En Venezuela, aquel
país del primer gobierno de CAP (1974/1979), no obstante de haber habido un
exorbitante aumento en los ingresos petroleros, superiores al 350%. Con un
presupuesto estimado en un principio en 9.000 millones de bolívares y
reconducido a los pocos meses en 40.000 millones de bolívares, empezó el país a
padecer una terrible pobreza.
Muy a pesar que se
hablaba de “La Venezuela Saudita”. Recordemos que los conflictos en El Medio
Oriente incidieron favorablemente para Venezuela, en los precios del petróleo,
y en consecuencia hubo más ingresos, la política económica de Carlos Andrés
Perez era calificada como “Intervencionista”, en cuanto golpeaba profundamente
a las pequeñas y medianas empresas, pero que favorecía a los grandes
conglomerados del sector privado. Incluso se decía que CAP favorecía descaradamente
a empresarios de su entorno, que se conocían como “Los Doce Apóstoles”.
Después vino Luis
Herrera Campins y dijo que recibió, “Un País Hipotecado” y Jaime Lusinchi que
lo engañó La Banca y nos trajo el llamado “Viernes Negro” (profunda devaluación
de la moneda).
Las clases
populares se empobrecían abruptamente. Nuestros gobernantes se empeñaban a
favorecer a la burguesía criolla, y en el caso de Rafael caldera y CAP (en sus
últimos gobiernos, al capital extranjero).
La privatización fue
ofrecida por El FMI y El Banco Mundial, como la panacea a todos los males del
país. Para los pobres todo pintaba feo, desesperanzador. El pueblo se
resignaba. Se privatizo La CANTV, se eliminaron las prestaciones sociales, se
privatizó gran parte de SIDOR y venían por PDVSA y por la educación pública.
Ya una familia le
costaba sostener a un hijo en la universidad. Los jóvenes de La Provincia no
tenían otra opción que ir a la universidad más cerca. Así también los comedores
universitarios resolvían la papa barata para los estudiantes. El pueblo pasaba
trabajo. La alimentación no era balanceada. Había un dicho que se hacía
popular; “no todos los días se come carne”. Era un lujo comer carne. La
perrarina sustituía el Corn Flakes y el agua de los espaguetis servía para
llenar el tetero.
Los gobiernos no
parecían comprometidos con el pueblo y su gente. Los nuevos matrimonios parecían
destinados a abrir un espacio en la casa de los padres. No se podía comprar una
casa o apto. La llamada Democracia Representativa o Democracia de partidos
servía de amplia fachada de que en Venezuela se enraizaba la democracia, cuando
en verdad, o más bien cuando la triste verdad era que los ricos se hacían más
ricos y los pobres tanto más numerosos, como más pobres.
El Caracazo está
allí enraizado en la historia como un ejemplo claro (todavía siendo objeto de
análisis sociológicos, psicológicos e históricos), de cómo actúa el pueblo cuando
es acorralado. Mao decía que; “Se combate mejor para sobrevivir que para
sostener”.
La crisis de hoy es
muy particular. El capitalismo, como Modo de Producción y como sistema global,
afronta su peor crisis, diríamos, en sentido figurativo, que está furioso pero
moralizado ante el “fracaso” de modos alternativos de vida (La caída del Muro
de Berlín, la desintegración de la URSS, El Fin de La Historia, etc), y a esto
se suma la queja del planeta ante su trato injusto y explotador por parte del
hombre. La tierra busca su acomodo y amenaza con sacudirse a su peor enemigo:
el hombre.
Venezuela no es ajena a la crisis mundial.
Pero simultáneamente, desde Hugo Chávez hasta Nicolás Maduro, se compromete en
atender al pueblo-pobre. La burguesía venezolana, dueña de Los Medios de
Producción y con el apoyo descarado de la burguesía de la región (de América
Latina y El Caribe), y EEUU como centro de poder del mundo, necesitado como
está de fuentes energéticas, se empeñan en destruir a un gobierno y un estado
que no le es servil a sus intereses.
Nadie ha construido más casas que este
gobierno, y nunca como antes se había institucionalizado tanto la educación
gratuita como ahora. Venezuela es modelo en el mundo por su método de
erradicación del analfabetismo y está en el top 100 de los países comprometidos
con los lineamientos de la FAO.
No se puede negar La Guerra Económica. Así
como tampoco se puede negar que sobre Venezuela
se cierna una cruenta guerra psicológica que pretende debilitar al
gobierno y mermar su base popular. El método fue un éxito en La Chile de
Allende.
La crisis de hoy ni siquiera es comparable
es comparable con La Gran Depresión de padeció EEUU y mucho menos a la que
padeció Venezuela en los mejores tiempos de la Democracia Representativa.
Aquella era por hambre. Se estaba matando de hambre al pueblo. Esta es
política. Es por el poder. Quieren sacar a maduro a toda costa.
Es hora de la unidad revolucionaria y de
unión de los sectores progresistas del país. Urge la conciencia. Conciencia
patria.