jueves, 2 de junio de 2016

EL ODIO COMO BANDERA

FE DE ERRATA:
Este artículo fue publicado originalmente el día martes 31 de mayo de 2016. El mismo; por “culpa” de ese fantasma que habita dentro del computador, y que no dominamos, salió publicado con muchos errores de forma. Aquí lo reproduzco como originalmente fue concebido. Pido mil disculpas!



Uno de los resultados más triste que poco a poco va dejando tras de sí la feroz campaña mediática que sobre Venezuela se cierne, es el odio que se ha incubado en muchas personas de las llamadas clases sociales media o alta. Peligrosamente desarrollan un odio muy parecido a la discriminación y al desprecio.
En la ciudad de Caracas hay zonas; lugares, espacios, donde la irracionalidad de la gente es lugar común. Es como que a algunas personas les han implantado un chip que les impide razonar.
Y es que si algo hemos aprendido  de los responsos de otrora y en esa búsqueda permanente por el entendimiento y la comprensión, y a la letanía constante de maestros, y a la militancia revolucionaria, es que siempre debemos ser críticos lectores, reflexivos de nuestro entorno, comprensivos de las conductas y luchar permanentemente por desechar los dogmas y los fanatismos.
El Diario El Nacional era de obligatoria consulta. Claro, al frente de él estaba un hombre como Miguel Otero Silva y sus plumas brillan; todos eran escritores de primer orden. Entre otros, Juan Nuño, Arístides Bastidas, Abelardo Raidi, Pedro Penzini Fleury, Pedro Berroeta. Era una especie de periodismo de calidad. No obstante, no bajábamos la guardia. Ya en la universidad reforzábamos la irreverencia y nuestra inmensa necesidad de entender al mundo, guiados por las exigencias constantes de estudiar, de comprender, de hacer explotar esa capacidad interna y esa fuerza transformadora de la que estamos hechos, de la mano de profesores como Cosme Arzolay, Hernán Pineda, Carlos López, Luis Peñalver, Celso Medina, El Pájaro Bruzual (y muchos otros que se me escapan de la memoria).
La crítica y la autocrítica son siempre una línea fina que estamos obligados a transitar. Aunque incomoda y a veces inalcanzable, es necesaria para combatir la alienación y la manipulación.
Los tiempos de hoy; de desarrollo tecnológico, de globalización y de desarrollo de las telecomunicaciones, colocan al ser humano en un estado tal de vulnerabilidad, que mayormente no percibimos cuando nos están dirigiendo mensajes que tocan directamente nuestra capacidad de discernir y de reflexión.
Los laboratorios de propaganda estudian el comportamiento humano y en función de eso nos “venden” información que seguramente se expresaran luego en decisiones que tomamos o en comportamientos que seguramente dejarán alguna satisfacción a quienes están detrás del monitor.
El odio que muchos esgrimen es el producto de un trabajo que lleva años. Es más, no es solo el odio, es también un proceso mediático, psicológico, propagandístico que persigue domesticar al hombre. Cercenarle su capacidad critica y someterlo con mayor docilidad.
El Modo de Producción Capitalista necesita a hombres derrotados espiritualmente; sin utopías ni sueños. Acríticos, conquistados, derrotados.
Los acontecimientos de Venezuela no son hechos aislados de todo un acontecer mundial. El capitalismo atraviesa su peor crisis, pero también expresa sus peores actos de crueldad. No le importa nada. La llamada Opinión Pública es solo un adorno que no tiene repercusión alguna en las políticas globales de un sistema que busca desesperadamente, inmoralmente, chuparse la fuerza y los recursos energéticos en donde quiera que estén.
La democracia mundial está amenazada. No basta con que los pueblos hagan verdaderos ejercicios democráticos. Son los centros de poder del mundo los que han de decidir cual país o cual nación necesita reprimendas. La libertad nos la pintan como una ficción y la caotización de la vida como una normalidad.
El mar mediterráneo se traga a diario a miles y miles de seres que buscan refugio en tierras prohibidas para ellos. En España el desahucio deja en la calle a seres humanos que lloran de dolor ante tamaña injusticia. Los bancos no tienen sentimientos. En México las mujeres corren peligro de violación, secuestro y mutilación. En EEUU el racismo ha florecido y la violencia y el rechazo a los inmigrantes. El mundo vive un caos. Y a esto se suma la falta de solidaridad, el odio entre hermanos y la destrucción sistemática de nuestro habitad.
Del alma nos sale un grito; “Veo humanos pero no humanidad”

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