Más allá de los
dilemas ideológicos de la gente; de la militancia activa en defensa de la
humanidad o del ejercicio ciudadano pasivo. De gente que dice no importarle
nada. Y más allá de la cosmovisión individual de cada quien y de sus conflictos
existenciales, urge una revolución que toque el centro de nuestra
espiritualidad y el mero centro de nuestra conciencia. Una revolución que nos
haga entender que necesariamente tenemos que ser mejores seres humanos.
Urge rescatar lo
“humano” que hay en cada uno de nosotros. Urge pensar y vivir conscientes de que
si muere un solo ser en este mundo, de alguna manera, morimos todos. “Nadie es
indispensable, todos somos necesarios”.
Urge volver a lo
que alguien llamaba “La Micro Escala Personal”. Es decir, encontrarnos en lo
“pequeño”. En esa nuestra verdadera vida de todos los días; la que nos permite
SER cotidianamente. La que nos hace decir buenos días. La que nos hace darle el
asiento, en el metro o en el bus, a la muchacha embarazada, a la viejita, a la
madre que carga a su hijo.
Urge encontrar el
placer en la compañía ajena; esa que nos topamos en lugares públicos; en los
cafés, en las plazas, pero que sin tener vínculos afectivos con ellas, nos
permite dispensarles un trato decente, o la galantería de poder hacer sentir
bien al otro. Simplemente promoviendo un trato respetuoso y cortes.
Urge volver a la
trascendencia. Y no estamos diciendo que debemos creernos superiores a los
demás, no. Hablamos de la trascendencia como elevación espiritual y consciente,
en cuanto somos humanos y a su vez portadores de sueños, de cosas buenas y
hermosas.
La Revolución que
Urge pide a gritos la humanización de nuestras actuaciones. Que llevemos a
máximo grado la solidaridad, el amor al prójimo, la sensibilidad social y la
bondad.
El Che Guevara fue
sin dudas un revolucionario que no aparto nunca su base teórica (su
pensamiento, sus ideas, su ideología), de su practica cotidiana. Sometido a
altas y severas exigencias personales, predicaba la ternura y el amor como esenciales
características de un revolucionario verdadero. El Che afirmaba que, “No tomo y
si fumo. No voy a ninguna diversión, de ninguna clase. Y soy un convencido de
que tengo una misión que cumplir en el mundo, y de que en aras de esa misión
tengo que sacrificar el hogar, tengo que sacrificar todos los placeres de la
vida diaria de cualquier sujeto, tengo que sacrificar mi seguridad personal y
quizás tenga que sacrificar mi vida”. Era un hombre de recio accionar, pero en
esencia, un soñador, un paradigma de esta Revolución que Urge.
Urge encontrarnos
con nosotros mismos. Y como decía el poeta; mirarnos cara a cara a nosotros
mismos, ha de ser el momento más trágico o más feliz para cualquier mortal.
Pues, muchas de las batallas que libran los hombres, suelen ser en verdad
tragedias que arrastran vidas y mutilan sueños.
“Ningún hombre es
una isla entera en sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte
del todo…Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquier hombre me afecta,
porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por
quién doblan las campanas; doblan por ti”
No hay comentarios:
Publicar un comentario