Por estos días de
graduaciones escolares; de jóvenes que culminan su bachillerato, hemos podido
ver con estupefacción; dolor y pena ajena, como un grupo de bachilleres de un
liceo privado de Caracas, al momento de recibir su título, protestaron por el
hecho de que su título tenía el encabezamiento de; “República Bolivariana de
Venezuela”, y se quejaron además, por el honor que se le hace al Generalísimo
Francisco de Miranda por arribar este a los 200 años de su nacimiento. En
consecuencia, todo título de bachiller que se emita este año en Venezuela,
obligatoriamente ha de hacer alusión a semejante acontecimiento.
Preocupa
profundamente este tipo de comportamientos, que sin dudas encierran una
concepción política y que seguramente deviene de quienes, en su afán de
adversar a La Revolución Bolivariana, niegan también nuestro patrimonio histórico y esa estirpe
que acrisolamos como uno de nuestros mayores tesoros.
José Domingo
Choquehuanca ha descrito de manera perfecta la gloria de Bolívar (discurso
pronunciado por este en la ciudad de Pucará en 1825); “Quiso Dios de salvajes
formar un gran imperio y creó a Manco Cápac; pecó su raza y lanzó a Pizarro.
Después de tres siglos de expiaciones ha tenido piedad de la América y os ha
creado a vos. Sois pues, el hombre de un designio providencial. Nada de lo
hecho hasta ahora se asemeja a lo que
habéis hecho, y para que alguno pueda imitaros será preciso que haya un mundo
por libertar. Habéis fundado tres repúblicas que en el inmenso desarrollo a que
están llamadas, elevan vuestra estatua a donde ninguna ha llegado. Con los
siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina”.
Desde los tiempos
escolares se nos enseñó a ver a Bolívar con solemnidad y respeto. Y aun
recuerdo que la sola mención de su nombre obligaba a levantarnos de nuestro
asiento como un gesto de respeto. De igual manera que al escuchar el Himno
Nacional, debíamos detener nuestra marcha y despojarnos de la gorra o sombrero
(si fuera el caso).
Nos enseñaron a ser
bolivarianos, por Bolívar. De tal manera que tener que ver su cuadro rodar por
los baños del Palacio de Gobierno (en aquellos días oscuros del golpe de
Estado), y ver como se proclamaba la eliminación del carácter Bolivariano de La
República, es tropezarnos con un fariseísmo poco usual y una negación abierta
de nuestra historia.
Podemos admitir y
entender las adversidades a La Revolución Bolivariana, más sin embargo, vemos
con asombro, como que se hubiesen extrapolado, múltiples campañas difamatorias
y de adversidad política, que buscan negar el genio libertario del hombre más
grande que ha parido esta tierra.
En “El General en
su Laberinto”, de García Márquez, se dibuja a un Bolívar, en su “destierro”,
desde Santa Fe de Bogotá hacia La Hacienda San Pedro, en su inevitable
encuentro con la muerte; derrotado, viendo con sus propios ojos como le
pisotean su gloria, bajo los gritos de burla (longaniza, longaniza. Ese era el
apodo que le atribuía la gente a un conocido loco callejero lleno de
condecoraciones de general ruso). Y cuenta García Márquez que ese día pudo leer
Bolívar todos los graffiti que la canalla ofensiva le dedicaba.
Sin embargo, su
gloria ha sido más grande. Y aunque 200 años después lo siguen negando; como lo
dijera un poeta; su espada tiene todavía mucho que hacer en América.
Pobres aquellos que
tienen que llevar con vergüenza el nombre de Bolívar. No entienden su grandeza,
no ven a través de los tiempos como su genialidad ha trascendido para seguir
siendo un virtuoso, un gigante y el responsable de haber bañado de gloria nuestra
historia.
Comparto con
ustedes este enlace para que puedan disfrutar de estas pinceladas que escribió
Simón Bolívar, seguramente en un ataque de locura (o de grandeza). “Mi Delirio
en El Chimborazo…”
(http://www.temakel.com/texolvbolivar.htm).
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