En el mundo ha habido, y hay, expresiones y formas de racismo y discriminación, terribles y vergonzosas para la humanidad. Expresiones que insisten en la negación de la condición humana misma y que asumen la inferioridad, y superioridad, de unos hombres sobre otros. Así, esta humanidad ha parido al apartheid sudafricano. Régimen de segregación racial al que le debemos matanzas y detenciones masivas. Que no han hecho más que aumentar la deuda moral que tiene la humanidad, históricamente hablando, para con esta parte del mundo.
Y que no decir del racismo y la discriminación que carcome por dentro, ya como parte de su cuerpo social, a la sociedad norteamericana? Una de las mayores vergüenzas humanas se expresa en Norteamérica. El racismo va en crecimiento. Tanto que sociedades como la estadounidense, secundada por muchos países europeos, lideran el renacer del neonazismo en el mundo; una especie de segregación que discrimina, no nada más por el color de la piel, sino que también incluye a los inmigrantes, a los homosexuales y que incluso condena a quienes osan hablar en idiomas distintos al lugar en cuestión.
El racismo nazi enarboló como su principal bandera ideológica la superioridad de la llamada “Raza Blanca” (o Raza Aria), con lo cual se justifico el asesinato, en campos de exterminio de más de seis millones de seres humanos. Y no son las únicas expresiones de discriminación (VER: Diario Últimas Noticias, sección de Opinión del 29 de enero de 2017, pagina 10. “UN HOLOCAUSTO MÁS” de Beltrán Haddad.
En Venezuela el racismo y la discriminación se han ido incubando poco a poco en un extracto de la sociedad, que en el marco de la lucha de clases sociales ve como se ponen en peligro sus privilegios. Pues, si en algo ha contribuido El Gobierno Bolivariano es en la inclusión social. Son millones los venezolanos que han empezado a sentir que la ciudadanía es un derecho de todos y que la pobreza no es un mandato divino, sino que es un fenómeno social que tiene que ver mucho con la desigual distribución de la riquezas y con la concepción política-ideológica con que los gobiernos toman las grandes decisiones.
Decirse chavista en Venezuela es motivo de discriminación social. La burguesía y los sectores de la clase social alta en Venezuela no admiten dentro de sus círculos; y valga decir, dentro de las mismas relaciones sociales o de convivencia ciudadana, a los negros, a los pobres, a los chavistas.
Incluso, estos protegen y cuidan sus espacios, sus lugares. No permiten que se los “contaminen”. Manejan sus propios códigos, sus propios lenguajes, su propia cultura. Para quienes lo dudan es vox pópuli que en Caracas existen establecimientos que no permiten la entrada de negros, de gordos y de personas feas. Semejante grosería ha prosperado en esta sociedad por que no hay sanciones y por que sus portadores son gente de mucho dinero.
Del venezolano siempre se ha dicho que es flojo, que es bruto y que no le gusta trabajar. Son campañas que emanan de la misma fuente que nos vendió la idea de que la pobreza es un castigo de Dios infringido contra nuestros antepasados. Por lo que debemos resignarnos, someternos, domesticarnos. Prefieran decirnos eso, que decirnos que en realidad el pueblo venezolano es un pueblo rebelde, con una historia gloriosa y además, cuna del hombre más grande que ha parido la América; Simón Bolívar.
De todo el legado de Hugo Chávez, su más grande logro es quizás el haber despertado las ganas de soñar de un pueblo; su fuerza transformadora, su magia, su poder de lucha y su terco empeño por la libertad. Ahora cuando la opresión tiene nuevos rostros, nuevas formas de expresarse.
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