Lo que se ha dado en llamar
“la massmedia perversa” poco a poco ha hecho su trabajo. Los grandes medios de
comunicación, las grandes cadenas; nacionales e internacionales, no han cesado
en su afán de llegar hasta lo más sensible de la percepción de cada ser, en
cuanto a la realidad que lo circunda.
El fenómeno comunicacional es tan complejo y dinámico y está tan
metido dentro de nuestra cotidianidad, que no medimos el impacto que este tiene
en nuestras decisiones diarias. La llamada Opinión Pública ha ampliado su
espectro. Gracias a las redes sociales estas han cambiado su elitismo, cediendo
espacios a ciudadanos que ahora se pueden expresar e impactar y ser parte de
las voces del común.
La massmedia perversa, a parte de que llega a muchas más
personas, por su amplia capacidad, robotiza su comunicación. Define que
mensajes quiere posicionar y en función de eso genera Opinión Pública.
El mundo no olvida que en el marco de la invasión que
promovieron los EEUU y la OTAN en Libia, para derrotar a Muamar al Gadafi y
como una acción para desmoralizar a las tropas de este y de engañar a la
opinión publica internacional y legitimar al CNT (una especie de comité de
transición), que le permitió a los rebeldes recuperar mas de 12 embajadas; en
el desierto de Qatar, cual producción de Hollywood, recrearon La Plaza Verde de
Trípoli y simularon, con celebraciones y todo, que habían tomado la ciudad
capital y por ende, habían triunfado sobre Gadafi.
Algo parecido ocurrió con la invasión a Irak y la supuesta
posesión de armas químicas. Hecho que se demostró que era falso, pero que no
impidió que Saddam Hussein fuera llevado a la horca y que EEUU y La OTAN se
apoderaran de las riquezas de ese país.
Ahora Venezuela está de moda. Los laboratorios de guerra sucia y
los centros especializados en crear matrices de opinión han enfilado sus
baterías en contra del país. El socialismo es una idea que aborrecen, no
obstante, de ser una corriente de pensamiento con bases científicas, y que en el
caso venezolano es un programa de gobierno (Proyecto Simón Bolívar), que contó
con la anuencia y el apoyo de la mayoría del pueblo. Aun palpita aquella frase
de Hugo Chávez: “Los que quieran patria vengan conmigo…”
Nada de eso importa. La guerra económica trajo implícita una
guerra mediática que ha impactado, sin dudas, el pensamiento libre de la gente;
y en su espiritualidad, y en su fe y esperanzas por el porvenir. Son muchos los
compatriotas que se han ido a otros países buscando un mejor porvenir. Pero son
muchos también los que se quedan llenos de frustración y de escepticismo.
Muchos de ellos ciegos por el odio e incapacitados de ver el lado bueno de la
crisis. Pero también, incapacitados de ver el hermoso país que tenemos; su
geografía, su gente, su calor, sus playas y bosques. Y toda la riqueza que hace
de este país una región privilegiada del mundo.
Se ha estigmatizado hasta la saciedad al Presidente Maduro y al
Gobierno Bolivariano. Al punto de hacer creer que la solución de todo es su
salida a como de lugar. Cuando la verdad verdadera de todo es que un país se
echa adelante revolucionando toda nuestra conciencia y nuestra necesidad
colectiva de tener un mejor país. Por eso creemos fielmente en el proyecto
bolivariano. Un proyecto que va a nuestras raíces históricas y que ejerce una
praxis social dirigida a los más necesitados. No obstante, las bases
democráticas de nuestro sistema político abren las posibilidades de que otros
actores abonen al bienestar de la
patria. Y es que una línea transversal debe ser, haciendo referencia al
artículo escrito por William Villegas (El Universal, miércoles, 11 de enero de
2017, pag/1-3); “Japón: Industrias y Cultura de Trabajo”, que transformemos a
Venezuela en una Bella Flor (La Flor del Loto). Que nos levantemos y nos
sacudamos de esta fea maña de odiarnos y de odiar a nuestra Venezuela.
Quizás si levantáramos la mirada hasta el horizonte del mundo,
nos toparíamos con un mundo en crisis; la movilización de personas que huyen de
la guerra y que el mar mediterráneo se traga como para no dejar testigos de uno
de los dramas más vergonzosos de la humanidad. Y quizás veríamos como se
esparcen los restos humanos de mujeres y niños cuando las bombas explotan en
Siria y en la ciudad de Alepo. O quizás nos daríamos cuenta que los glaciares
se están secando, o que el área intacta del paisaje forestal bajó un 7% en 13
años (El Universal 18 enero 2017. Pag/2-5). O quizás seamos testigos del muro
que va a construir Donald Traump en la frontera con México. O quizás sepamos de
las penurias que padece algún amigo o familiar en el extranjero, por que decidió
irse al “exilio voluntario”.
Preocupa el lenguaje de la jerarquía eclesiástica, como preocupa
el discurso de quienes lideran a los sectores oposicionistas del país. Pareciera
que el objetivo es destruir a Venezuela.
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