La MUD impulsa de manera descarada,
la política del caos. Al menos el Este
de Caracas y los municipios donde tienen alcaldes afectos, los utilizan como
escenario para poder concretar una estrategia de violencia, que obedece a su
vez, a una estrategia internacional, para poder activar los mecanismos que
justifiquen una “Intervención Humanitaria”. Quienes a lo interno del país
acogen y lideran tal estrategia (Operadores a lo interno: Freddy Guevara y Lilian Tintori.
Operador en el Exterior: Julio Borges),
vienen haciendo su trabajo con total apego al libreto que previamente se estudió
y se decidió para tal fin.
Aquí está corriendo mucho dinero de
los verdes. Plata hay, lo que no hay es pueblo. Cuando se miran de cerca las
protestas violentas de la MUD, fácilmente se puede observar la poca cantidad de
personas que acompañan las mismas. Sin embargo, los pocos actores le imprimen
el mayor grado de violencia posible para que la massmedia lo multiplique en el
mundo y poder mostrar la “caotización” en que Maduro y el Gobierno Bolivariano
han convertido a Venezuela.
La mesa está servida para la
intervención. Ya al menos creen que la opinión pública internacional ya está lo
suficientemente sensibilizada para dar el zarpazo.
A lo interno del país, los
generadores de opinión quieren vender la idea de la polarización. Incluso,
algunas figuras claves del discurso, como Vladimir Villegas por ejemplo, a
ratos quieren mostrarse como independientes y simples analistas, cuando en
verdad no es así. Permanentemente crean matrices de opinión favorables a la MUD
y sus intereses, pero luego fungen como objetivos analistas con moral para
cuestionar el mismo caos que ellos consuetudinariamente, promueven.
Parte del caos en el que pretenden
involucrar a la ciudadanía, tiene que ver con el discurso que emiten, con los
mensajes y con la incoherencia de los mismos. Hay una ausencia de sensatez y de
sentido común (aunque hay quien dice que “el sentido común no es tan común como
parece”). Claro, la estrategia es confundir y que la gente vea y sienta un país
dividido, separado, por las razones que sea, un país intolerante, inhóspito,
etc.
El país no está polarizado, como se
pretende vender. El Gobierno Bolivariano con Nicolás Maduro al frente, tienen
su carta de navegación clara. El Plan de La Patria es un programa de gobierno que
le permite al país avizorar el futuro, pero que también permite marchar por
rutas claras. Aquí no hay improvisación ni caprichos. Y la mejor demostración
de ello, es que nuestro país y la paz de la república han podido sortear todos
los obstáculos y embates de los enemigos de la patria.
Aquí no hay división ni fractura del
alma republicana ni de la democracia. Aquí lo que sí existe es una guerra de
altas dimensiones, que emplea todos los mecanismos posibles para fracturar y
romper el alma de la patria.
La ley tiene su imperio y Nicolás
Maduro tiene la legitimidad. Aquí no hay dictadura. El pueblo; y visto este
como categoría política que en el marco
de la lucha de clases sociales, suma a las grandes masas de hombres y mujeres
desfavorecidas socialmente; explotadas y marginadas, tienen en el Gobierno
Bolivariano, el mecanismo político-militar, de lucha y defensa, de lo que históricamente
ha sido una lucha desigual.
La dignidad y la razón son dos
banderas que sostienen el alma de la patria. Que sea oportuno recordar aquella
estrofa de una canción de Pablo Milanés, que dice; “La historia lleva su
carro/y a muchos no montará/pero por encima pasará/de aquel que quiera negarlo”.
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