Es necesario el Buen Deseo de las personas para echar
a andar un mundo mejor. Es necesario ser “un tilín mejores”, como nos los decía
Silvio Rodriguez. La Buena Voluntad parece ser el último reducto donde se
esconde la esperanza.
La Buena
Voluntad si no es buena, no es buena voluntad. Ella no se puede expresar a
medias tintas. Y además ella sirve para reafirmar el lado bueno de la gente. No
se puede vivir la vida desconfiando de todo y de todos. En aras del bien común se
impone que los seres humanos en general, practiquemos La Buena Voluntad.
La práctica política
como instrumento de negociación, debe contar con La Buena Voluntad. La suma de
buenas voluntades puede hacer una gran contribución a la solución de muchos
problemas y hacer la vida más llevadera
en el marco de las relaciones sociales del hombre y su entorno.
La Buena
Voluntad debe imponerse por encima de la desconfianza y del actuar siempre “con
una carta debajo de la manga”. Nada se puede lograr en este mundo si se pierde
la confianza en la gente y en la palabra. Urge dar la palabra; rescatar su carácter
de documento y de verdad.
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