Toda esta generación que respira hoy,
somos portadores del privilegio de viajar en el tiempo montados en dos siglos.
Uno que feneció, el siglo XX, y otro que se abrió a los nuevos desafíos, el
siglo XXI.
En aquel diciembre
del año 2000 el reloj anunciaba no muy buenos augurios. Todo empuja al caos.
Las horas amenazaban con detenerse y el mundo temía paralizarse. Parecía que
finalmente se iba a cumplir aquello que anunciaba Francis Fukuyama del fin de
la historia, del fin de los días. Por fortuna la vida siguió andando. Y si bien
la esperanza y la utopía salieron trasquiladas, estas siguen siendo necesidades
humanas. Pues, “no nada más de pan vive el hombre”.
Sin embargo, lo que
pareció ser un final de siglo convulsionado; lleno de guerras y de conflictos,
también ha servido para que el sistema capitalista, como Modo de Producción y
como sistema global, se consoliden. Sus principios, sus leyes y su ética se han
diseminado por el mundo y ahora todos le ven el rostro a la bestia.
El nuevo siglo que
está naciendo y del cual solo han transcurrido 18 años, nos augura tiempos muy
duros. El carácter imperial que ha asumido el capitalismo coloca al mundo
contra la espada y la pared. “Hegemonía o supervivencia” como lo ha definido
Noam Chomsky. El mundo arde por los cuatro costados y hasta los programas de
conquista del espacio se han acelerado. El Programa de La Guerra de Las
Galaxias traslada al espacio la lucha por el dominio del mundo.
El poder mediático que
ha alcanzado el imperio es como una especie de edulcorante para persuadir,
convencer y emborrachar con sus verdades a la gente. Las posiciones de dominio
echan a un lado la diplomacia. Esta ya no es el argumento civilizado para la
resolución de conflictos. El nuevo orden mundial que se quiere imponer rompe
con todo argumento civilizatorio y diplomático e impone una especie de dominio
global.
Así como poco a poco
se ha ido tejiendo la consolidación del Modo de Producción Capitalista, ha si
la esperanza, que se ha tornado silente, persiste y crece como una necesidad
humana, a la cual no se puede renunciar, pues, es intrínseca al hombre.
Este nuevo siglo le
plantea al hombre desafíos quijotescos. Nuevas gestas heroicas están planteadas,
nuevos desafíos y mucha tinta espera para escribir la nueva historia. La de la generación
del siglo XXI que tiene el deber de salvar a la especie humana.
El Capitalismo poco a
poco ha convertido al mundo en un lugar inhóspito y al hombre en una especie errante
y sin destino, en humanos sin humanidad. Urge volver a la “matriz utópica”, a
ese reducto donde han relegado al amor, la solidaridad, al altruismo y a todas
esas expresiones civilizatorias que nos distinguen como humanos. El desafío es
la vida digna y la felicidad del hombre.
Saludos Dr. Excelente la columna, un mensaje para reflexionar y mantener vivo el legado de Chavez. Dios le bendiga. Éxitos
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