Definitivamente el altruismo es algo
más que palabras bonitas. Va más allá de un boceto, de una mera declaración, de
un oráculo o de una declaración de principios. Si bien no hace mal vociferarlo,
este existe en función de las acciones.
El Altruismo es una
elevación que nos agiganta. Es el hombre, en cuanto individualidad, actuando
con la grandeza de los dioses. Es el hombre multiplicado en bondad. Es el
hombre convertido en gigante, exteriorizando lo bueno y haciendo realidad lo
más hermoso de su condición de ser civilizado e inteligente; dando bondad a
otro, dando lo bueno, lo hermoso, lo grande.
Urge volver a la
raíz utópica del ser. Esa donde el hombre es amigo y hermano del hombre. Donde
la conservación de la especie incluye también la solidaridad, el respeto, la
ayuda mutua, la compasión, la bondad.
Urge volver a la
acción. A regocijarnos nuevamente con la majestuosidad de la naturaleza. De
volver a sentir lo ínfimo que somos ante la divinidad y los misterios cósmicos.
A reafirmar nuestros lazos ancestrales y de sentir la conexión con nuestros
antepasados. Pues, en verdad ellos nunca se han marchado. Somos partículas de
ellos, su ADN corre por nosotros y nos hacen ser expresión de lo maravilloso.
Los tiempos modernos
nos roban la vitalidad. La tecnología ha ido sustituyendo las relaciones
humanas. Un abrazo, estrechar una mano amiga ha sido sustituida por una tecla y
un “me gusta”. Los amigos se cuentan por montones en twiiter y Facebook y el
dolor ajeno ahora es un simple espectáculo que se regocija en las imágenes que
nos muestran las redes sociales. Nadie se inmuta, pues, son siempre muy
parecidas a las películas hollywoodense.
La compasión solo se comparte apretando una tecla y mostrando una carita
enojada, llorando, sonriendo. Tal como sea la ocasión.
Por las redes
sociales todos comparten sus decálogos, aunque bien lejos estemos de ellos.
Frases hermosas, mensajes altruistas. Y no faltan quien se diga fiel creyente
en alguna divinidad, aunque a diario, como dice la canción, “comen dioses pero
defecan demonios”.
El mundo necesita de
más acción. De más de lo bueno de cada quien. El mundo necesita más que
palabras bonitas. Rompamos la quietud, la indiferencia, el conformismo, la resignación.
Alcemos la voz y actuemos por un mejor mundo, por una vida más pegada a la
vitalidad.
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