Las cuestiones de
Estado son cosa seria. Y pretender hacer una revolución, un cambio total de
paradigma en una sociedad, lo es más aún. Es entonces la política un arte y una
ciencia. Es una combinación de razón y
poder, siempre moviendo las piezas como Gasparov; como el gran maestro de
ajedrez que ante cualquier movimiento de
piezas, sopesaba primero las consecuencias. O como gran estratega de la guerra,
si admitimos que precisamente, “La
guerra es la continuación de la política por otros medios”, como lo afirmaba
Clausewitz. Y valga decir que en Venezuela se ensaya un tipo de guerra no
convencional, que emplea todos los medios posibles, para derrocar al gobierno
bolivariano. Que más que un gobierno; donde el gobierno es solo la expresión democrática
de una concepción política, es la puesta en práctica de un nuevo paradigma de
convivencia social y de relaciones humanas. La llamamos Revolución Bolivariana.
Y desde esta se relanzan las banderas del Socialismo del nuevo siglo. Que no es
poca cosa; y es algo que hay que reconocer tanto a Fidel Castro como a Hugo
Chavez, el que hayan desenterrado la esperanza perdida y hayan puesto a
recorrer de nuevo en la palestra
mundial, la idea del socialismo.
Un fantasma perdido
aparece, luego de que nos hablaron del fin de la historia, del fin de los
sueños y de la esperanza.
Las redes sociales
se inundan de chavistas radicales y de izquierdistas ultrosos. Que más que
radicales parecen más bien resentidos sociales. Opinan, critican, acusan,
señalan y juzgan desde la cómoda posición de un teclado. Y quienes los leemos
corremos el riesgo de pensar que en el seno de la izquierda se está dando un
debate profundo. Pero esa sensación cesa al dejar de seguir a tres o cuatro
ultrosos y enseguida entendemos que estos compas siguen como antes, como
aquella izquierda, heroica por lo demás; llena de quijotes y altruistas, pero
que nunca visionaron de manera profunda y seria el tema del poder, de ser
gobierno.
Muchos de los
ultrosos, que escudados sobre la idea grande de todo revolucionario que cree en
la crítica y la autocrítica como dote de altura en su personalidad; pues, no
olvidemos que el revolucionario verdadero, como decía El Che, debe estar dotado
de grandes cualidades para amor, también,
agregaríamos, de una grandeza especial en su personalidad. A parte de ser un
estudioso, un revolucionario debe ser sensible, humanista, solidario, etc.
Seguramente no han sido nunca miembros pero ni de una junta de condominio.
Nunca han estado en una instancia de gobierno, donde la toma de decisiones tenga
implicaciones importantes. Y quizás nunca se han creído en serio el sueño
colectivo de un mundo mejor, de una mejor sociedad.
Atacan a Nicolás Maduro y a Diosdado Cabello y
los acusan de todo tipo de desviaciones, y hasta cuestionan sus liderazgos, y
de un plumazo se olvidan de todo lo que
ha significado la conducción de la Revolución Bolivariana sin la presencia física
de Hugo Chavez.
Que cada quien asuma
su responsabilidad histórica, pero la coyuntura reclama unidad; unidad en torno
al proyecto de país, en torno a la patria. Oportuno recordar a Fidel Castro
cuando decía; “Cuando una fortaleza esta sitiada, cualquier disidencia es traición”.
Levantemos la mirada
y ensanchemos nuestro espectro. No les hagamos el juego a los verdaderos
enemigos nuestros.
VENCEREMOS...!
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