La gran mayoría sabe, sobre todo ese gran
número de personas que tienen la posibilidad de viajar constantemente fuera del
país, que la crisis que padece Venezuela es una crisis que no es ajena a la
crisis mundial que padece El Modo de producción Capitalista. Crisis épocal o
crisis sistémica, según califican algunos autores. Pero una Crisis eclipsada
por la diatriba política que busca caotizar a toda la sociedad para que el
poder político cambie de mano.
En Venezuela hay elementos de la crisis que
son muy concretos. Uno es la estrepitosa baja de los precios del petróleo y sus
nefastas consecuencias. Otro elemento es la llamada Guerra Económica que nos ha
permitido ver con mayor claridad que el control de los medios de producción
está en manos de la burguesía.
Y es que a través de la concepción marxista
de la historia queda develada la cruenta lucha de clases sociales, que en el
caso de Venezuela, es una batalla que se expresa en todos los ámbitos de la
sociedad. En ella participan unos y otros, conscientes o no, pero militando en
la polarización que parte al país en dos. Marx decía que; “No es la conciencia
del hombre lo que determina su ser, sino por el contrario, el ser social es lo
que determina su conciencia”
Mientras la guerra económica va tomando
diversas expresiones, desde el gobierno revolucionario se hacen gigantes
esfuerzos por combatir el contrabando de extracción, el bachaqueo y el
acaparamiento y desaparición de productos
de la cesta básica.
Claro, a todo esto se suma una crisis
estructural que arrastra la sociedad. La cual tiene que ver con el escaso
desarrollo de nuestras fuerzas productivas, con una economía altamente
dependiente de la renta petrolera y un escaso desarrollo de la agricultura y de
la ganadería. Aspectos que en solo 17 años es imposible sembrar como cultura y
como políticas de Estado (contrario a los 40 años de la llamada Democracia
Representativa que después del derrocamiento de la dictadura de Marcos Perez
Jimenez se perdió un valioso tiempo de construcción de una Venezuela potencia).
Peligrosamente se está intentando “sembrar”
en el país la idea del caos. De todo se le echa a la culpa al gobierno y toda
acción negativa o irresponsable, hasta en los ámbitos privados y no gubernamentales,
es culpa y responsabilidad del gobierno.
La responsabilidad individual de
comportarnos como ciudadanos queda diluida y achacada al gobierno. Nadie es
responsable de nada. Hasta las lluvias que se han alejado por estos días, es
responsabilidad del gobierno.
Mucha gente participa irresponsablemente en
este juego perverso del caos. Desde el médico que llega tarde a la consulta,
sin respetar la larga espera de sus clientes (perdón, de sus pacientes), hasta
el funcionario público que no atiende bien al usuario de los servicios, o que
pretende cobrar por los mismos.
Todos tenemos participación en este Juego
del Caos. Desde el que no cumple con su trabajo, hasta el vendedor, el aseador,
la enfermera, los empresarios, el médico, el maestro. Todos, por que todos
somos ciudadanos.
Hay una corresponsabilidad de todos los
ciudadanos para con el país. Pero es que en nuestro afán por promocionar el
caos, nos resignamos en creer que nada funciona, que nada sirve. Más sin
embargo, cuando vamos al exterior, si es al Norte es mejor, el caos lo asumimos
con resignación, pues, como ciudadanos globales somos capaces de entender y
aceptar todo; con orgullo, sin escrúpulos, sin quejas, sin dolor ni vergüenza,
por que al fin de cuentas no es Venezuela.
En el exterior somos ciudadanos. En
Venezuela somos unos inconformes, donde nada sirve, donde nada vale la pena.
Donde todo está tan degradado que hay profesionales que con tal de vivir en el
exterior son buenos lavando platos o limpiando jardines o limpiando vidrios,
por que en Venezuela nada sirve. Más que el país, es el “Sueño Americano” quien
los tiene jodidos.
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