Hace tiempo que el Sueño Americano
quedó atrás. Un ejemplo vivo de ello lo constituye la ciudad de Los Angeles,
concretamente el poblado de Skid Row y sus calles de llenas de carpas y de
cartones, donde la gente se acurruca en las noches para guarecerse del frio y
de la intemperie (para ver video y leer más detalles de esta información,
consultar: www.cubadebate.cu, “Viendo Las Estrellas desde Los
Angeles” , mismo título
con que ilustro esta entrega, del 2018-01-24, firmado por: Francisco Arias
fernandez). Esta situación se agrava aún más con las políticas migratorias que
está impulsando la Administración de Donald Trump, que a parte de las
innumerables violaciones a los DDHH, arroja un incremento de 156% en las
detenciones ilegales de inmigrantes.
Las poblaciones más afectadas por estas
políticas migratorias son las haítianas, nicaragüenses, hondureños y afganas.
El mismo Trump los ha llegado a calificar como sidosos.
El capitalismo se ha
impuesto en el mundo, se ha globalizado. Atrás quedaron La Guerra Fría y la
historia ha llegado a su fin. El equilibrio que sostenía al mundo se ha roto.
Ahora los centros de poder del mundo no tienen por qué fingir ni por que jugar
el ridículo juego de la diplomacia. Con tal, esta solo sirve para jugar a la decencia
y comportarnos con modales finos y fingir ser tolerantes.
La democracia es un
concepto decadente y el Estado de Bienestar ha sido redimensionado. Solo es para beneficiar
a las clases dominantes. El Modo de Producción Capitalista, ya instalado en sus
dominios, no duda en ejercer su supremacía y su moralidad.
Poco importa que la intemperie
golpee a personas que busquen guarecerse. El lado humano no importa. Solo son
desplazados; una especie de calificación estadística que busca reducir a una
expresión sin importancia, a quienes se mueven por el mundo como que fueran
fugitivos de este planeta, que osaron invadir tierras prohibidas y usurpar
espacios ajenos.
El Modo de
Producción Capitalista tiene al mundo sumergido en una de las peores crisis
migratorias del planeta. Así como en uno de los peores atentados que contra el
bienestar del ser humano hayamos presenciado.
Por fortuna, y casi
como que fueran seres extraños, resurgen voces de esperanza. A lo lejos, allá
donde creemos poder ver un pequeño destello, se levanta la esperanza. Oímos
voces. Se escucha la poesía, el canto, surge una intelectualidad comprometida,
surgen corrientes cristianas que comulgan a Cristo con el pata en el suelo, se
ve la polvareda de pueblos, que como Venezuela, avanzan; como en aquellas
gestas gloriosas de la Independencia, con el pecho erguido y la sangre
hirviendo, hacia la dignidad y la libertad.
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