Venezuela es objeto en este momento de un experimento, que si
bien ha sido ensayado con “éxito” en otros países, en el caso nuestro se
muestra cruel e inhumano. Las secuelas que deja son terribles, pues, si bien la
guerra económica tiene un impacto inmediato en la vida cotidiana de los
venezolanos, no es menos cierto que el efecto psicológico deja secuelas
preocupantes, que se expresan en el comportamiento de la gente; en su manera de
pensar, de sentir, de tomar decisiones y en su forma de percibir la realidad.
Quienes están detrás de todo esto saben bien lo que hacen.
Nada es al azar ni improvisado. Y el gran vehículo para inyectar e inocular
toda la dosis es la massmedia. Todo pasa por la comunicación. Prensa escrita,
radio, televisión, redes sociales (twiiter, Facebook, instagran y otros
mecanismos de comunicación masivos), que nos bombardean a su antojo con
mensajes manipulados y en muchos casos
con información falsa, que buscan ubicar a la gente en una perspectiva
equivocada ante su entorno.
Uno de los objetivos
más inmediatos que persigue la guerra psicológica es lograr la desmoralización
de la persona y reducirlo a un ser escéptico, desconfiado, desesperanzado y
dócil. Es humillar al ser humano y convencerlo de que este modelo político es
el responsable del caos y de la crisis. A la par se busca ridiculizar el
lenguaje y las ideas políticas haciendo ver que todo obedece a un discurso
desgastado y pasado de moda. Que el socialismo y la lucha de clases sociales; y
toda la concepción que encierra el materialismo histórico y dialectico y hablar
de clases dominantes, de explotación, de dominación, etc, no es más que un
discurso que pertenece al atraso y al pasado. Cuando la verdad verdadera es que
los nuevos mecanismos de dominación o la nueva ideología dominante son
precisamente, descalificar a las ideologías. El fin de las ideas, el fin de la
historia, el fin de los sueños, el fin de las esperanzas. La resignación total.
Y con mucha
preocupación hay que decir, el rol “deliberado” que juegan muchos periodistas
cuando publican información sin ser verificada o cuando les dan vocería a
personas que señalan como verdad simples opiniones o puntos de vista que benefician
su postura política o cuando se atreven a opinar sobre elementos irrespetuosos o contrarios a la ley
o a las buenas costumbres. Quizás es su contribución al caos. Nada es
deliberado.
No se puede negar el
daño que hace esta guerra, este experimento de exterminio y de dominación. No
obstante, para no decir subestimación, hay aspectos y características de la
población, de la gente, del ser humano venezolano, latinoamericano, de la
persona individual, que en muchos casos escapan a los cálculos y mediciones y
que no están reflejados en ningún manual o registrado como resultado
experimental, y es precisamente la naturaleza propia de la que está dotada la
gente del sur de la América, que por siglos ha luchado siempre por su dignidad,
por su respeto, por su libertad y su tierra.
Desde las estirpes
enraizadas de las llamadas Culturas Precolombinas hasta las primeras
expresiones de luchas libertarias impulsadas por José Leonardo Chirino, mucho
antes de la Guerra de Independencia y luego la guerra misma por liberarnos del
yugo español; que por lo demás fue una guerra epopeyita y quijotesca; una mezcla de romanticismo y
crueldad, de gallardía y poesía, de grandeza y nobleza; histórica, ejemplarizante
y trascendente, que nos convierte en seres aptos para enfrentar y vencer; así
como este momento histórico que vivimos, cualquier pretensión de dominio y
conquista. Cualquier intento de sometimiento.
La América del Sur también
existe. Muchos creen que nuestra mayor riqueza es el petróleo, el oro y los
minerales que pueblan nuestra geografía, olvidan al ser que respira y su carga histórica;
su sudor, su dignidad y el barro de que estamos hechos. Somos ríos de agua
dulce, bosques y árboles frondosos, somos agua salada, sol y noches frescas.
Somos también esperanzas y somos arrechos!
Muy acertado
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