El comunismo es tan
viejo como lo es el cristianismo. O quizás son lo mismo, solo que separados por
otras banderas que agitan aires que espantan su esencia.
Históricamente
desde el seno de la iglesia se ha promovido una verborrea que en el plano de
la salvación eterna, ubica al comunismo como el argumento teórico de Satanás.
La derecha es la diestra. La izquierda es la siniestra. Es la lucha entre el
bien y el mal. Entre lo bendito y lo maldito. Entre Dios y el Diablo.
Incluso Carlos Marx
guiado por la realidad histórica de una iglesia reaccionaria, calificó a la
religión como; “el opio de los pueblos”. En ese sentido es justo reconocer que
el cristianismo de hoy dista mucho de aquellas expresiones primitivas de La
Santa Inquisición, como supresión de la herejía; de persecución y muerte. De
hecho el Papa Francisco impulsa un discurso que rompe paradigmas. Y que sin
dudas se enmarca en la concepción del Humanismo Ecuménico, entendido este como,
“la felicidad coherente a aquella visión de las cosas que asume que todos los
seres humanos son libres e iguales y le añade una actitud ético-política que
quiere tender a hacer real esa visión por medios que nunca la traicionen”. Es
una especie de energía unificada a favor del ser humano.
Fidel y El Papa
Francisco ejemplarizan lo que es en esencia El Humanismo Ecuménico. Uno desde
el comunismo y otro desde el cristianismo. No como dos deidades, sino desde una
practica común; terrenal pero filosófica. Donde la lucha por el hombre es el
centro de todo. Desde el humanismo, desde la solidaridad, desde convertir la
lucha por la pobreza en un apostolado. Ah, pero también reconociendo la
majestuosidad de la naturaleza y la fuerza cósmica que mueve al mundo; respetando
lo divino, lo mágico y lo grandilocuente de los misterios y de esas fuerzas
divinas que de seguro se conservan en nuestros antepasados; y en las creencias,
y en los deseos, y en las utopías, y en las esperanzas.
Dice Francisco que;
“Cristo ha hablado de una sociedad donde los pobres, los débiles y los
excluidos sean quienes decidan. No los demagogos, los barrabás, sino el pueblo,
los pobres, que tengan fe en Dios o no, pero son ellos a quienes tenemos que
ayudar a obtener la igualdad y libertad”
Y decía Fidel en
conversación con Frei Betto, Sacerdote Brasileño, que; “Hay 10.000 veces más
coincidencias entre el cristianismo y el comunismo que entre el cristianismo y
el capitalismo”.
El ateísmo sale
derrotado en esta contienda. Pues, el dilema no es creer o no. Sino, no negar
la existencia de un mundo que vibra y que permite un lenguaje mágico y sincronizado
de lo desconocido, de lo inexplicable. No se puede negar lo que no se entiende
o comprende. Lo que somos de ínfimos en nuestra cosmovisión. Pero lo que nunca
podemos dejar de ser es humanos. Así como nunca podemos dejar de luchar por
hacer más humana a la humanidad. Lo que Silvio llamaba; “ser un tilín mejores”
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