El Gabo se ganó el
nobel de literatura con su novela “Cien años de soledad”; inauguraba así “El
Realismo Mágico” como corriente literaria y se abrían unos amplios compas para
la imaginación. Incitaba Garcia Marquez a navegar por lo imposible. A adentrarnos
en la posibilidad de construir mundos y situaciones que saltaban de la imaginación,
a cobrar vida y realismo. He allí su grandeza.
Con la llegada del
siglo XXI, asiste esta generación, como espectadores colocados en primera fila,
a los últimos tiempos del capitalismo. Este, ahora más feroz y peligroso, se
sacude con mucha furia, ante la pérdida del estandarte hegemónico, expresado en
los EEUU, y ante el surgimiento de nuevas potencias mundiales y nuevos
paradigmas de desarrollo, y como una fiera herida, se niega a claudicar, se
niega a morir.
Niega puede negar el
surgimiento de China como potencia mundial, así como no podemos dejar de
observar si es que estamos en presencia de una mutación del Modo de Producción Capitalista.
Más dócil, más de mano zurda y de derecha, pero en franco desarrollo y expansión.
Quizás estamos a las
puertas de una confrontación entre EEUU y China. Ya se habla incluso de que el
mundo es preso, en este momento, de una guerra bacteriológica. El Covit-19
recorre al mundo como un fantasma y ya se cuentan por miles los fallecidos.
Mientras tanto, Donald Trump, como peón del imperio en decadencia, se plantea
la conquista de la luna y del espacio. El voraz apetito del capitalismo
necesita alimento para sustentarse. Tiene hambre.
Asistimos hoy a un
deterioro completo del Derecho Internacional y a una ruptura total del equilibrio
jurídico que sustentaba la paz mundial.
El acomodo que se dio después de La Segunda Guerra
Mundial; surgimiento de instituciones, de acuerdos políticos, de tratados, de
la puesta en vigencia de conceptos comunes para todos; como por ejemplo, la
libre determinación de los pueblos, la soberanía, la democracia, el desarrollo
de los DDHH, etc, todo parece venirse abajo. Todo es letra muerta.
Todos los años El
Consejo de Seguridad de la ONU vota en contra del bloqueo económico, que desde
hace más de cincuenta años, ejercen los EEUU contra Cuba. Solo los EEUU e Israel
apoyan el bloqueo y son más de setenta países los que demandan que cese el
mismo. Pero nada pasa.
Así también, desde el
derribo de Las Torres Gemelas en EEUU, este país ha desarrollado la llamada
Doctrina de Seguridad Nacional, donde esta nación de abroga el derecho de
declarar como enemigos de su país a ciudadanos, países e instituciones,
nacionales o extranjeras, que ellos consideren que constituyen una amenaza a su
seguridad. Y es que la institucionalización y operatividad de esta doctrina, ha
llevado a los EEUU a fortalecer su hegemonía y a desconocer todo acuerdo o
tratado que permitía la libre autodeterminación de los pueblos.
Por eso hemos dicho,
en el encabezado de este artículo, que ahora La Ficción es la Realidad. Los
EEUU de Norteamérica han echado por tierra toda acción civilizada de
relaciones. La diplomacia no es ya el lenguaje con que hablan los pueblos. EEUU
intervine en la política interna de cualquier país y no pasa nada. Han inundado
el hemisferio de bases militares, y desde allí se garantizan, militarmente y
por la fuerza, los recursos naturales de otros países, pero que a ellos le son útiles.
A Evo Morales le
dieron un golpe de Estado y nada pasa. A Manuel Zelaya lo sacaron en pijamas de
su cama y nada paso. En Venezuela apoyan a un títere y legitiman una
anormalidad, acompañado con bloqueo económico, intervención, le colocan precio
a sus cabezas a la dirigencia bolivariana, financian saboteos y golpes de
Estado y nada pasa.
El mundo entero
padece la decadencia del capitalismo y el derrumbe de un imperio. Pero los
EEUU, cual fiera herida, se ha convertido en una hiena más feroz, más
peligrosa.
Cuando ya pensábamos que
el siglo XXI era la era de ese corazón que estaba por nacer. La era de la
esperanza y la fe; del altruismo y del mundo que todos soñamos, su lado más
oscuro se desnuda y vemos al hombre enemigo del hombre. Vemos prevalecer
figuras que ya creíamos decadentes; el
racismo, la discriminación, la negación del otro, la xenofobia, el asesinato
del adversario y la muerte.
El Mar Mediterráneo
se ha convertido en un gigantesco cementerio, las fronteras de los países parecen
ríos humanos. El hombre huye de sí mismo y la tierra parece tan pequeña que nos
hacen sentir como extraños en nuestra propia casa.
El mundo necesita una
revolución de amor. De cosas bonitas y que tercamente sigamos insistiendo en
ser un tilín mejores personas.